No dejan
huella ni, por tanto, se puede acusar a nadie por su daño, pero las numerosas
patentes e investigaciones secretas que afloran a la luz, revelan que son una
realidad. Más de 400 personas de todo el mundo, englobadas en la Federación de
víctimas de armas psicofísicas, afirman estar siendo torturadas con armas que
funcionan por ondas. Las llaman “no letales” pero pueden llegar a matar…
lentamente.
La
existencia de armas “psicotrónicas” nos envía a lo más oscuro de las
investigaciones acerca del cerebro y los efectos de las radiaciones sobre
humanos: a experimentos con enfermos psiquiátricos, reclusos e, incluso, con
meditadores, en prestigiosas instituciones como el Instituto Tecnológico de
Massachussets o el Instituto de Stanford. A base de infinitas pruebas,
confirmaron el fundamento cuántico de que el ser humano es un organismo
electromagnético cuyo funcionamiento se puede alterar mediante señales de ondas
a frecuencias determinadas. Quienes hayan utilizado máquinas como el Quantum lo
entenderán perfectamente; el famoso zapping que envía frecuencias armonizadoras
tiene, también, su uso del “lado oscuro”, desconocido para la mayoría. Louise
Doswald-Beck y Gerald Cauderay confirmaron en un boletín de 1 de noviembre de
1990 de la Cruz Roja sobre Nuevas Armas contra las personas que “pequeñas dosis
de energía electromagnética pueden alterar el funcionamiento de las células”.