Por David Cuevas
Jacques Vallée fue, y sigue siendo, un científico diferente. Seguidor
incondicional de la obra de Newton, Tesla y Paracelso, se trata de un
astrofísico, capitalista aventurero e informático que publicó sobre las
frecuencias fundamentales de los pulsares, de las estrategias empresariales y
la tecnología de la información. Fue, de hecho, uno de las mentes más
emprendedoras como empresario independiente de Silicon Valley. Y lo más
importante: para muchos, aunque siempre contracorriente, Jacques Vallée es el
mejor ufólogo del mundo. Cuando tuvimos la ocasión de entrevistarle frente a
frente, no perdimos ocasión.
Jacques Vallée trabajaba en 1961 como empleado
gubernamental en el servicio de satélite artificial del observatorio de París,
cuando vio como deliberadamente se destruían documentos de imagen y video
relacionados con los OVNIs. Esto, unido a que su jefe, de nombre Paul Muller,
le dijera que un chiflado estafador, alguien con ciertas malformaciones físicas
debidas a una fuerte discapacidad, les había propuesto vía postal la entrega de
sus archivos dedicados a la investigación ufológica, fue la gota que colmó el
vaso. Vallée dejó el trabajo. Y es que Muller se estaba refiriendo a Aimé
Michel, amigo personal de nuestro protagonista y uno de los más reputados
ufólogos científicos de todos los tiempos. Una amistad, la de los dos
franceses, que perduró entre dos herejes no solo de la ciencia, sino también
para la comunidad ufológica internacional.
Más tarde Vallée trabajaría como asistente de
investigación para un astrónomo, director del observatorio de Dearborn en la
Universidad de Northwestern, llamado Joseph Allen Hynek. Otro ufólogo de talla
mundial reconocido por su rigurosidad a la hora de afrontar tan escurridizo
fenómeno, y responsable de la famosa catalogación de los encuentros OVNI de
primer, segundo o tercer tipo, de los que, por cierto, Vallée defendió su
ampliación en un cuarto (abducción) e incluso quinto (humanos dañados o curados
por los seres) tipo. Hynek que, por cierto, apareció haciendo un cameo en la
mítica Encuentros en la tercera fase de Steven Spielberg, inspirada en
la mentada catalogación de encuentros OVNI y cuyo protagonista, el francés Dr.
Claude Lacombe, está al parecer
inspirado en el propio Vallée aunque haya voces críticas que centren sus miras
en otro ufólogo e ingeniero francés, de nombre Claude Poher. Fue
una época convulsa, que en palabras de Jacques acaparó historias de
encubrimiento, confiscación e incluso muertes sospechosas.
Vallée trabajó con Hynek entre 1963 y 1967, en calidad
de oficial, en un estudio independiente de los ficheros pertenecientes a un
proyecto gubernamental, de nombre Libro Azul, en los que estaban
implicados militares y científicos de alto rango. Su objetivo, según Vallée,
investigar lo que se veía ahí fuera cuando, realmente, el comportamiento del
fenómeno se daba en nosotros mismos. Ya por aquel entonces se atisbaba que el
ufólogo francés tomaría unos derroteros, para la época, nada habituales a la
hora de dar explicación al siempre escurridizo enigma OVNI. Esto, unido al
hecho de que, entre otras cuestiones, el objetivo de dicho proyecto centraba
sus miras más en calmar a la opinión pública esquivando la investigación de los
casos más complejos, que en tratar de estudiar seriamente el fenómeno, hicieron
que Vallée acabase desvinculado del polémico Proyecto Libro Azul.
Las
teorías de Jacques estuvieron influenciadas por las de Jung, y fue de los
primeros, ya en 1965, en situar la problemática OVNI mucho antes del encuentro
de Kenneth Arnold en junio del 47. Según él, ya en 1878 se utilizó la palabra
“platillo” para definir un extraño y oscuro objeto avistado por un granjero de
Texas. Vallée nos repasa esta etapa de la siguiente manera: “Cuando empecé a estudiar
el fenómeno, creí erróneamente que este era de origen extraterrestre. De modo
que, con el paso de los años, preferí estudiar el asunto desde una perspectiva
histórica para lograr un acercamiento más científico. Al consultar los archivos
históricos, me di cuenta de que llevamos siglos avistando OVNIs y, de hecho,
ahí se encuentras los cientos de testimonios recogidos, aunque nadie se hubiera
percatado de ello. Es algo que me pareció fascinante”.
Fue cuando añadió a su biblioteca sobre OVNIs libros
de ocultismo, la obra de Charles Fort (a quien debemos la catalogación de
“forteanos” a ciertos fenómenos) y visitó, en 1968, Escocia para dejarse
maravillar por sus leyendas locales, cuando no solo él sino la ufología mundial
pega un violento giro de 180º. Nace entonces, un año después, Pasaporte
a Magonia, una obra en la que Vallée desarrolla, según define a la
perfección el filósofo Jeffrey J. Kripal en su fantástica obra Autores de lo imposible (Kairós,
2012), los sorprendentes paralelismos que existen entre el extraño
comportamiento de los OVNIs y las apariciones previas de diversos seres de la
historia del folklore, la magia, la brujería y la religión como ángeles,
demonios, elfos, hadas, duendes, enanos, elementales, íncubos, súcubos, etc.
Una teoría que le granjeó no pocos enemigos, quedándose prácticamente solo
aunque, según nos contaba el astrofísico, “no escribí ese libro para complacer
a mis compañeros, sino porque pensé, como científico, que debía hacerlo. Desde
entonces no he parado de recopilar estos casos de OVNIs en la antigüedad hasta
nuestros días, plasmando cientos de ellos en un trabajo mío, en co-autoría con
el investigador Chris Aubeck, llamado Wonders
in the Sky”.
Un dato curioso que no todos saben es que, en 1960,
Jacques Vallée ingresó formalmente en la orden rosacruz a través de su sucursal
francesa pero, sin embargo, cuatro años después expresó su disgusto con las
contradicciones de la literatura ocultista. En 1966, abandonó definitivamente
una orden a la que también estaba afiliado, entre otros, el mentado Allen
Hynek.
Y es que Vallée sitúa el asunto OVNI en plena historia
de las religiones, donde el testigo humano “es el vehículo intangible del
fenómeno”, tal y como declaró en alguna ocasión. Un fenómeno que, según nuestro
protagonista, no puede estudiarse bajo el prisma único de la ciencia, ya que
este nos engaña en forma de representación e incluso llega a negarse a sí
mismo. Defectos del sistema, definición esta que compartía con el citado
Charles Fort. Se trata de un problema paranormal, y es que otra de las facetas
no muy conocidas de Vallée es su enorme pasión por lo referente a la
parapsicología. De hecho, tuvo mucha relación con la SRI (Stanford Research
Institute) e incluso llegó a trabajar con ellos en un proyecto sobre el aumento
del intelecto humano, algo que tras un año fracasó. Estuvo muy al tanto de los
experimentos, especialmente sobre visión remota, realizados con psíquicos de
renombre como Ingo Swann, Uri Geller o Pat Price. Cuando preguntamos
directamente a Vallée sobre la posible vinculación entre los OVNIs y la
parapsicología, este nos responde que: “cuando hablas con los testigos y
consigues ganarte su confianza, te confiesan que tras haber avistado OVNIs
muestran otros síntomas relacionados con asuntos paranormales, por lo que
pienso que existe alguna conexión, algún vínculo, entre los OVNIs y la
conciencia de los individuos”.
Dicen
que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y en este caso la
historia se repite. Fue su esposa Janine, con quien co-escribió de hecho su
segundo libro en 1966, la que evitó que su marido se implicara demasiado con la
ufología cayendo en su espinoso sistema de creencias, y lo logró. A ella
debemos, de hecho, el implacable posicionamiento de Vallée en la casuística
OVNI. Él mismo declaró que sus teorías contradicen tanto las ideas de los
creyentes como las exaltaciones de los pseudo-escépticos. Asimismo, se alía a
finales de los 60 y primeros de los 70 con sus, entre otros, citados amigos
Hynek y Michel para crear lo que ellos mismos definieron como “el colegio
invisible”, dando, de hecho, nombre a otro de sus libros, que centra su tesis
en la exploración del componente psíquico como resultado de la exposición
humana a los OVNIs. De esta manera trabajaban en la retaguardia, en silencio,
para evitar ser intimidados por sus compañeros, mucho más conservadores, que él
mismo definió como “aquellos tres feroces dragones de papel: la extrañez, la
magia y el ridículo”.
Hay que tener en cuenta que lo que Vallée proponía, y
que él mismo definió como un “sistema de control”, es que la mitología seguía
estando presente en el planeta para controlar los sistemas de creencias de
sociedades enteras a lo largo de los tiempos. Una suerte de mente y consciencia
cósmica que está jugando consigo misma y, a su vez, con los testigos OVNI. Un
fenómeno este que usa el camuflaje como estrategia para llevar a cabo su
cometido real, de tipo simbólico y mitológico. Es decir, que el fenómeno ha
estado activo a lo largo de la historia humana, apareciendo, desapareciendo y
comportándose siempre en los términos culturales propios del lugar y de la
época. Él mismo lo definió a la perfección cuando insinuaba a las claras que
“los objetos voladores no identificados ni son objetos, ni son voladores”. En
esta misma línea, Vallée nos relataba como: “los sucesos tienen un gran impacto
sobre parte de la sociedad, en las tendencias, creencias y evolución de
nuestras ideas. Actúan como si de un sistema de control se tratase, pero no
sabemos si dicho control es intencionado o un resultado accidental del
enfrentamiento entre la humanidad y esos fenómenos desconocidos”.
Tras Pasaporte a Magonia y El
colegio invisible, Jacques Vallée emprende un nuevo rumbo más
incómodo y oscuro con una trilogía de libros que, en resumidas cuentas, lo que
proponían en sus tesis era la violencia del fenómeno y los factores externos,
no precisamente amables, que rodeaban a estos. También explora la posibilidad
multidimensional del fenómeno. Acerca de esto, Vallée nos explicaba como:
“antes se rechazaba esta posibilidad y hoy en día se acepta más ampliamente.
Cuando hablo con físicos sobre ello, la gran pregunta es si lo que ocurre a
nivel subatómico o cuántico puede tener algún efecto en nuestro mundo a nivel
macroscópico. De modo que lo siento, no creo en la hipótesis dimensional”.
Y hablando de teorías que expliquen presuntamente la
trastienda OVNI, cuando le preguntábamos, también, sobre su opinión acerca de
las tan de moda teorías exopolíticas (pactos ancestrales entre alienígenas y
altas élites gubernamentales, estructuras en Marte, reptilianos, etc.), se
mostró mucho más tajante: “me interesa la casuística, la analizo como el
científico que soy y no le doy importancia a esta clase de teorías”. Sobre el
fenómeno abducción, se muestra mucho más abierto ya que cree que “las
abducciones, en ocasiones, son experiencias reales aunque tengo un serio
problema con el uso de la hipnosis en estos casos, práctica que no debería
realizarse puesto que puede causar más problemas que soluciones pudiendo,
además, hacer daño real en la vida de los testigos”.
Jacques Vallée piensa hacia atrás, de futuro a
presente y, después, como el resto de los mortales, hacia el pasado. Y en lo
que respecta a la dimensión religiosa, este es bastante tajante cuando declaró
en sus diarios que “la noción de un Dios bondadoso y sin embargo temible de la
Biblia y los Evangelios me parece un timo: es el juego confidencial más grande
y cruel de la historia. La simple dignidad humana debería llevarnos a
rechazarlo con indignación”.
Y como no, debíamos preguntarle sobre sus propias experiencias.
Y es que, ante la cuestión que le planteaba de si él ha sido testigo OVNI, nos
responde que “sí, con 15 años vi junto a mi madre una especie de disco en el
cielo y, a media milla de distancia, un amigo mío lo avistó con unos
prismáticos. Nunca llegué a saber lo que fue aquello realmente”. Y cuando le
preguntamos, no podía ser de otra forma, acerca de lo que podría haber detrás
del tema OVNI, sentenciaba que “creo que el tema está directamente relacionado
con la conciencia humana, siendo aún un gran enigma para la ciencia”.
En otro orden de cosas, y una vez más, Vallée
consiguió, sin pretenderlo, alejar al resto de la comunidad ufológica y sembrar
las iras e inquietudes de algunos de sus compañeros. En dos de sus trabajos,
como son Mensajeros de la decepción (1979) y Revelaciones
(1991), este no solo especulaba sino que afirmaba que los servicios
secretos y las agencias militares utilizaron el asunto OVNI para manipular al
público. Cuando le abordábamos con esta cuestión, Vallée respondía que: “no es
solo una teoría. Los servicios secretos tienen un fuerte interés en el tema,
consiguiendo datos que en ocasiones revelan y en otras tantas permanecen
archivados como secreto”. Y no solo eso, ya que “una de las razones por las que
lo hacen es para poder recrear, en forma de simulacros, ciertos avistamientos
presuntamente OVNI, detrás de los cuales se ocultan prototipos militares
secretos. Usan el tema OVNI para encubrir otra clase de experimentos. He
recogido información sobre esto en países como Argentina, Brasil, Rusia, etc.”.
Y
es que, tal y como publicó Vallée hace tan solo un par de décadas en sus
diarios personales, “otras fuerzas se manifiestan. Los llamamos fantasmas,
espíritus, extraterrestres. Cuando todo lo demás falla, miserablemente los convertimos
en dioses, ya que es mejor adorar aquello que no entendemos, ya que es mejor
idolatrar aquello que sentimos pereza por analizar. Yo busco una verdad
diferente”. Y los abajo firmantes pueden dar fe de que, quizás, la haya
encontrado.
Fuente: El ojo crítico.
Página web oficial:
http://www.jacquesvallee.net/
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