Por Manuel Carballal
Durante la presentación de “La Casa II”, Juan Rando habló sobre “la percepción extra del agente de inteligencia”. Ese proceso mental intuitivo que hace que con un vistazo un agente de inteligencia pueda descubrir cosas que a otros pasan desapercibidas. Preguntamos a Fernando Rueda si sus amigos los espías, como los psíquicos, tienen un sexto sentido.
-Les educan y preparan para ello –responde-, y solo los que tienen un don innato son aceptados para llevar a cabo misiones especiales. Los éxitos o fracasos de las personas que trabajan en solitario en ambientes hostiles, dependen de su capacidad de analizar, de intuir, de adelantarse a los acontecimientos. De ser capaces de adoptar la personalidad de la persona que dicen ser, pero de mantener a la expectativa todas las cualidades de la persona que son en realidad. De separar su mente en dos, una con todos los datos de su nueva vida y la otra con sus datos reales. Si son capaces de llevarlo a cabo, triunfarán.
-O sea, que realmente se “reencarnan” en el personaje que interpretan… -insisto-.
-Esto me lo ha comentado muchas veces Mikel Lejarza, El Lobo: los trabajos del espionaje solo funcionan si eres capaz de creerte mentalmente la tapadera que estás utilizando, que incluye aspectos de tu vida que van en contradicción de tus propias creencias, pero que eres capaz de defender desde lo más profundo, con una convicción total. Esta disociación mental la han estudiado los sicólogos porque afecta profundamente a la personalidad y la parte negativa se refleja en enfermedades que atacan el estómago, la sudoración excesiva… Pero también al carácter. Carlos Ramos, un psicólogo clínico al que consulté para la elaboración de mi novela “El regreso de El Lobo”, me explicó que este tipo de personas son muy atractivas para el sexo contrario porque tienen una personalidad huidiza que fascina, porque no se la puede atrapar.
Y es que si el servicio de Inteligencia de España está considerado uno de los mejores del mundo, no es por casualidad. Aunque la maldición de los espías es que no podamos conocer sus éxitos, y existan estrepitosos fracasos, los agentes del CESID y del CNI han protagonizado episodios que nada tienen que envidiar a ningún guión cinematográfico.
En su último libro Fernando Rueda rescata, por ejemplo, la memoria de los ocho agentes del CNI atacados en Irak el 29 de noviembre de 2012. Siete fueron asesinados. Hoy, en las instalaciones del CNI en la carretera de la Coruña, se conserva un monumento en su memoria.
Aquellos agentes eran superespías que habían protagonizado misiones increíbles y situaciones extraordinarias. Desde vigilar, disfrazados de mendigo, las mezquitas, a perseguir a pistoleros de ETA hasta México, o fotografiar a los miembros de Al Qaeda desde su tapadera como taxista… En otro país las vidas de cualquiera de ellos ya se habría convertido en una serie o una saga cinematográfica.
Sus cerebros, los de los espías, ciertamente tienen unas características especiales, que rozan lo supranatural.
Según declaraba a la revista Quo recientemente Manuel Martín-Loeches profesor de Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid y Director de la Sección de Neurociencia Cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humano (UCMISCIII): “El entrenamiento a que son sometidos los espías, ayuda a digerir adecuadamente sus experiencias y a aceptar la realidad dramática, a veces incluso crítica, a la que se enfrentarán inevitablemente cada día; les enseñan a no explotar”.
El psicólogo clínico Carlos Ramos, quien ayudó a construir el perfil psicológico del espía Mikel Lejarza , El Lobo, añade: “Tienen un buen nivel intelectual e instinto de supervivencia muy fuerte; pero eso no es suficiente. Deben tener especiales reflejos mentales, gusto por el riesgo, dotes comunicativas, control sobre sus emociones, discreción, buena percepción, capacidad de análisis, inteligencia y, lo más importante, una buena memoria operativa”. Una disciplina mental muy relacionada con el lóbulo frontal.
“Están casi condenados a mantener las neuronas activas; de no ser así, estas morirán con rapidez. Es una reacción casi instintiva, como cuando decimos que algo nos lo pide el cuerpo. A ellos les pide acción”, concluye Martín-Loeches. Se une a esto, además, que su sistema de recompensas “ya está acostumbrado a sentir placer ante el desarrollo de ciertas actividades. Es como una droga”. Por no que no es extraña la adicción de algunos espías a la situaciones de riesgo.
En 2015 un joven profesional español se ponía en contacto con quien esto escribe a través de su correo electrónico. El joven, nos confesó que había completado el curso de agente operativo del CNI recientemente y pudo detallarnos cada fase del feroz, brutal e intenso entrenamiento (tanto físico como sobretodo psíquico) al que había sido sometido en la famosa finca “El Doctor”, ubicada en Manzanares (Ciudad Real),. Sus cuadernos de apuntes, manuales informáticos, etc, fueron donados al Museo del Espía.
Curiosamente, según nos relata José, durante la entrevista con el psicólogo del CNI que los evaluaba, les hacían varias preguntas: ¿Crees que te persiguen? ¿Has pensado en suicidarte? ¿Te sientes enfermo con regularidad?… y una más sorprendente: ¿Crees en los OVNIS?
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