El 28 de noviembre de 1953, Pedro Serrate y Francisco de Assis Teixeira, residentes en la población de Pedras Negras, a orillas del rio Guaporé, salieron para cazar patos, dirigiéndose precisamente a la Bafa dos Patos, a dos horas de camino de la población citada. Una vez llegados allí, se apostaron en lugares distintos, como acostumbraban hacer. Cuenta Francisco que en determinado momento vio pasar sobre su cabeza un aparato desconocido, y que siguió con la mirada hasta que lo vio posarse en la superficie del agua, sin hacer el menor ruido. Pedro, que se encontraba subido a un árbol, también vio el aparato, que dio una vuelta a gran velocidad sobre la bahía, parando a unos cuatro metros del punto donde él se encontraba.
He aquí lo que contó Pedro Serrate: «El aparato no hizo ruido alguno. En la parte posterior, a cada lado había un tubo curvado de unas dos pulgadas de grosor, por donde salía agua. Tenía unos cuatro metros de largo por unos dos y medio de ancho y unos dos de alto. El casco era como una bacía, siendo de vidrio o de un material semejante toda la circunferencia de la panza; medía más o menos un metro de altura. La cobertura o cúpula era abombada, se apoyaba sobre el vidrio y estaba sostenida por barras de metal existentes en el interior, sin remaches en la cobertura. En la parte trasera había una especie de timón, de un sistema cola de pez, de cerca de un metro de largo por unos cincuenta centímetros de ancho. Todo el aparato era de un color azul oscuro. En el interior estaban seis personas, sentadas tres a cada lado. Eran cuatro hombres y tres mujeres, todos los cuales no aparentaban tener más de veinte años de edad. Parecían ser de estatura media y tenían los cabellos rubios. Eran blancos y de tez bastante sonrosada. Las mujeres llevaban los cabellos hasta la altura de los hombros, partidos a ambos lados, y parecían europeas (parecendo pessoas européias). Todos estaban vestidos con ropas gruesas, del mismo color del aparato. En el interior había dos bultos: uno, en la parte delantera, y otro, en la parte trasera. Ambos estaban cubiertos. No sé qué eran. Cuando los intrusos se dieron cuenta de que habían sido vistos, levantaron el vuelo, sin hacer ninguna señal.»
Cuando los tripulantes percibieron su presencia, la distancia entre Serrate y el aparato ya era menor de tres metros. Se elevó silenciosamente, sin desprender humo, desapareciendo en un segundo, a una velocidad increíble. Contó el corresponsal del diario O Imparcial, que se publica en Guarajá Mirim en el territorio de Guaporé, que los dos cazadores pasaron una semana sin poder controlar sus nervios, impresionados por lo que afirmaban haber visto.
Fuente: Encuentros con Humanoides- Antonio Ribera.
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