Se podría escribir todo un
libro –y de hecho se han escrito no uno, sino varios- sobre la participación
que tuvo la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la cuestión de los objetos
volantes no identificados. Muchos investigadores creen que la famosa Agencia
empezó a ocuparse del asunto OVNI a partir de 1952; pero en realidad no fue
así. En 1947 los servicios de información militares ya investigaban
discretamente el enigma, y a finales de aquel mismo año se creó oficialmente la
primera comisión de encuesta destinada a estudiarlo.
Todo ello no tiene por qué
sorprender a nadie. En los primeros tiempos del fenómeno OVNI, cuando la prensa
aún empleaba el término de “platillos volantes”, en los Estados Unidos se
pensaba muy seriamente que aquellos extraños aparatos, vistos por cientos de
testigos fidedignos, podían ser armas secretas soviéticas. La ‹hipótesis
extraterrestre› se planteó por primera vez y públicamente en el famoso artículo
de Keyhoe publicado por la revista True en enero de 1950, y que tanto impacto
habría de causar. En aquel mismo año apareció también el libro de Frank Scully,
en el que el autor aseguraba que las autoridades norteamericanas tenían en su
poder tres platillos que se habían estrellado en territorio de la Unión, uno en
Arizona y dos en Nuevo México. Antes de esa fecha, en 1948, el proyecto Signo
había elevado al Pentágono un voluminoso informe, titulado: Estimación de la Situación, en el que
llegaba a la conclusión de que los Ovnis eran reales y de origen
extraterrestre.
Este informe fue rechazado, sin
embargo, por el general Hoyt S. Vandenberg, que entonces era el jefe del Estado
Mayor de la USAF. El informe fue clasificado de ‹Top Secret› (Muy Secreto), y Vandenberg ordenó destruir todas sus
copias. Sólo una o dos se salvaron, para ser desclasificadas parcialmente más
de veinte años después. Ello quiere decir que los resultados del Proyecto Signo
no llegaron al conocimiento del gran público hasta mucho tiempo después.
Esta actitud de las autoridades
norteamericanas era por supuesto muy lógica. Tanto si los Ovnis eran naves
rusas como si eran astronaves extraterrestres, el Pentágono no podía contemplar
de brazos cruzados aquellos extraños artilugios, que desafiaban no sólo a los
cazas más veloces, sino a las leyes de la gravedad y de la inercia, y violaban
impunemente el espacio aéreo norteamericano. Eso era muy grave, porque
cualquier aeronave está obligada a mandar su código de identificación al
penetrar en un espacio aéreo nacional.
Era natural, pues, que el
asunto pasara a los servicios de información y al ATIC.
Pero también a la CIA. La
Agencia Central de Inteligencia cuya sede central se encuentra en Langley
(Virginia), se viene ocupando del fenómeno OVNI desde marzo de 1949 hasta la
fecha, pese a que públicamente opine lo contrario. Coincidiendo con oleadas
nacionales o locales, la CIA ha lanzado programas de investigación sobre los
OVNIS.
La poderosa Agencia dispone de
varios satélites-espía, que le envían información codificada, en especial sobre
discontinuidades térmicas en la superficie terrestre. Estas discontinuidades
pueden estar causadas por una concentración de tanques, por un convoy de
camiones… o por el aterrizaje de un OVNI. Los delicadísimos sensores de estos
satélites, capaces de detectar en la banda del infrarrojo un cigarrillo
encendido a quince kilómetros de distancia, han informado más de una vez a la
Oficina de Inteligencia Científica (OSI) de la CIA sobre la presencia de Ovnis
en el cielo.
Ya en 1949, la OSI asignó un
analista de su división de Armamento y Equipo para que llevara un fichero con
todos los informes OVNI y siguiera atentamente el fenómeno. Esta actividad
continuó hasta 1952, en que la reorganización de la comisión de encuesta del
ATIC bajo el nombre de ‹Proyecto Grudge›, junto con el mayor interés que dedicó
la aviación al tema, estimuló también el interés de la CIA. La oleada de julio
de 1952, unida a las espectaculares observaciones y captaciones por el radar
hechas desde el aeropuerto de Washington a finales de dicho mes, decidió a la
CIA a intervenir más directamente en el problema. Los técnicos de la OSI informaron
al director de la CIA, que era entonces el general Walter B. Smith, quien dio
su aprobación para que la CIA lanzase un programa de investigación de los OVNIS
en coordinación con las Fuerzas Aéreas.
Continuará…
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