Por Corrado Malanga
En el fondo, la respuesta a esta pregunta es el resultado de mis investigaciones y es también lo que los abducidos quieren saber. La respuesta es muy simple: ¡NO!
No se puede curar el síndrome de abducción, porque el abducido no es un enfermo y por tanto, siendo una persona sana de mente en el sentido más amplio del término, no puede ni debe sanar. Pero esto ¿qué quiere decir?
Cuando el abducido viene a buscar ayuda tiene dos problemas, que luego se convierten en uno solo. Por un lado, quiere saber si lo que cree soñar es realidad, y por otro, luego de haber adquirido la noción de la realidad, quiere saber cómo librarse de sus pesadillas reales. Para responder esta pregunta se debe enfocar el problema de modo correcto. ¿Qué se entiende hoy por enfermedad? , y, ¿Cuándo se sana?
Según la medicina occidental, lamentablemente la enfermedad sólo representa un mal funcionamiento del cuerpo humano, el cual es reparado como si fuese una simple máquina, sea sustituyendo piezas sea interviniendo las que funcionan mal. En realidad, las cosas no son tan simples. De hecho, parece que nos hayamos olvidado del pensamiento creador, típico de nuestro cerebro. Hoy se tiende a creer que nuestro cerebro desarrolla funciones de analizador y no de creador del pensamiento. Todo lo que pensamos derivaría del análisis de las cosas que nos llegan desde el exterior, denominadas estímulos, y a cada estímulo le correspondería una respuesta de nuestro sistema pensante. Nadie jamás ha querido lidiar seriamente con el problema de que es mucho más interesante de lo que se pueda imaginar y que tiene que ver con nuestra creatividad.
Nuestro cerebro crea continuamente. Es este proceso creativo el que hace al hombre diferente. Digo esto porque considero que muchas de las enfermedades humanas tienen un origen psicosomático, es decir, se originan porque el soma del ser humano interactúa de algún modo con el ambiente y permite a eso que nos enferme. La enfermedad no sería más que un espejo, una sonda, del estado de salud de nuestra mente.
Obviamente uno se enferma porque existe una verdadera razón física en el enfermarse, pero sólo y exclusivamente si el cerebro y la mente quieren inconscientemente enfermarse. Se predispondría así a ser más vulnerable a ciertos virus o a ciertas situaciones que producen mal funcionamiento en el cuerpo. Las causas de eso pueden ser muchas: las ganas de autocastigarse, el deseo de sentirse amado porque se está enfermo, las ganas de morir, la idea de castigar a alguien con el propio sufrimiento y así sucesivamente. Este tipo de situación en la que el cuerpo deja de funcionar bien estaría por tanto ligada a la psicopatología y no a una simple patología médica.
Mientras en oriente esta idea es apreciada desde hace milenios, en occidente se supone que la máquina sea algo a lo Piero Angela, caracterizada por simples respuestas a estímulos, totalmente previsibles en base a reglas fijas. Este tipo de visión de la realidad quizás no está tan lejos de la verdad de los hechos, pero descuida un parámetro fundamental, representado por las ganas de estar enfermos, un parámetro que depende de la creatividad de nuestro verdadero YO, el cual hace de nosotros lo que quiere y se desinteresa de las verdaderas enfermedades. Un Daimon, o demonio interior, a lo Hillman, que decide si uno se debe enfermar o no y es responsable de la existencia de una voluntad intrínseca de estar enfermos. La ciencia oficial piensa que una persona ha sanado de una enfermedad cuando no siente más los síntomas. En otras palabras, cuando se la ha olvidado. "Se olvida el problema, así se olvida también la enfermedad ligada a ese problema..."
Pero olvidar no es sanar. Olvidar es esconder un problema detrás de los pliegues de nuestra psiquis. Uno se convence de haber sanado, pero en realidad sólo ha negado la posibilidad de entender la naturaleza de la enfermedad y del problema a ella ligado. Cuántas veces se escucha decir: "Quiero olvidar ese período de mi vida, lleno de sufrimientos..." A mi parecer este razonamiento es profundamente erróneo, ya que la enfermedad sana sólo en el momento en que es comprendida a fondo, y se ha entendido el por qué y el qué la ha provocado. Tratar de asemejar la abducción a una enfermedad es erróneo, porque la realidad de los hechos se contrapone, a cada instante, a esta tesis.
No tiene sentido confiar en una expectativa de curación de una no-enfermedad, porque sólo una expectativa de comprensión de los hechos verdaderamente acaecidos puede llevar al sujeto a afrontar, del modo más positivo posible, los inconvenientes que el problema produce. La medicina actual propone al abducido, juzgado como psicopático, olvidar, abjurar del contenido de las "fantasías" aceptando la creencia de que son tales. Yo propongo que la salvación, es decir la sanación, estriba en recordar detalladamente todos los momentos del trauma de abducción, y comprender los más sutiles matices, para continuar conviviendo con esa realidad que actualmente es típica de los abducidos, pero que quizá lamentablemente pronto podría incumbir a toda la humanidad.
Las experiencias traumáticas no deben ser olvidadas, deben ser comprendidas y recordadas, porque también dentro de ellas existe algo que puede hacer progresar.
Entonces, no olvidar, no sublimar, no reinterpretar en modo fantástico, sino percibir la realidad de los hechos tal cual es, sin abandonarse a fantasías religiosas o creencias de posesiones diabólicas. Vivir el trauma y reconocerlo como experiencia propia, sin escondrijos de psicoterapia.
Esta es mi tesis y, para mí, representa la salvación del abducido de las garras de un desconocido, que debería permanecer tal si se le hiciera caso a la ciencia oficial, a los ignorantes, a los servicios secretos y a los alienígenas conniventes con nuestros gobernantes.
FUENTE: ALIEN CICATRIX
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