Por Gustavo Fernández
Un elemento sumamente importante en el trabajo esotérico –como iremos viendo – es el empleo del (en realidad “de la”) Merkaba. Se la describe en la literatura especializada como un “vehículo ascensional de luz”, frase que suena muy agradable pero que ha dado pie a innúmeras malinterpretaciones. Incluso, hemos leído por ahí que se trataría de una “nave espacial suprafísica” para ”viajar por el cosmos”. Hay que ser bruto e imprudente para tratar de convencer a intelectos dispuestos de buena fe de semejante tontería.
Porque la palabra Merkaba –como debe escribirse, ya que el añadido de tantas “h” nada tiene que ver con la pronunciación (menos aún, con la grafía jeroglífica) de una expresión que ciertamente puede traducirse como:
Mer: vehículo (pero en sentido verbal, entonces: “transportar”).
Ka: doble astral (y no “espíritu”, que entre los antiguos egipcios era “Aj” (1).
Ba: cuerpo mental (se lo representa con la imagen del dios Toth –el de cabeza de Ibis-.
De resultas de lo cual, la Merkaba es el camino para unir y sincronizar la psiquis y el cuerpo astral. Ni un platillo volante etéreo ni un teletransportador esotérico para elevar el nivel vibratorio de nuestras moléculas. Creo que parte el error proviene de haber comprendido (no los arqueólogos que, cuando menos semánticamente, entienden el significado original, sino de tanto “geómetra sagrado”) la palabra “ba” por “cuerpo” –en el sentido físico- cuando, como puede verse al consultar cualquier texto de Egiptología, la palabra designaba otra cosa.
Pero debemos ir más allá aún. Comprender que la Merkaba era en el Antiguo Egipto solamente un instrumento. Pero, ¿un instrumento para qué?. Para intensificar –decían ellos- el “reflejo del Aj en la vida”. A tal punto se entendía la importancia de esto que muchos faraones lo hicieron parte de su nombre. Akh – en – Atón (Akhenatón) era, en realidad, Aj – Atón. El Aj es un concepto relacionado claramente con la luz, el resplandor y conceptos equivalentes. En concreto esta en unión muy íntima con la palabra Shu, la cual además, representa al dios egipcio mas identificable con la luz (Sheut, o Shu es hijo de Atum, el sol primigenio). En un talatat de Karnak de la época de Ajnatón, el nombre del Atón se escribió con una ligera variante, sustituyendo la palabra Shu (Sheut) por la palabra Aj (el resto idéntico). Es evidente que son conceptos casi equivalentes.
Por los textos de los sarcófagos sabemos que el dios Shu, asimilado a la Vida, es imperceptible a los ojos de los hombres. La Vida no puede verse, aunque sepamos que está ahí. De igual modo, Shu no puede verse, porque él es la Vida. Sin embargo los egipcios sabían que Shu estaba ahí, en el aire, y por eso, decían que “aspiraban el aliento de la vida”.(2) Al aspirar el aire, aspiraban a Shu, que estaba en él. Lo que si veían era la Luz que brillaba en el aire. Ese resplandor en el aire era la prueba inequívoca de que Shu, es decir la Vida, estaba allí. Esa forma visible (a la visión clarividente) de un dios (Shu), por definición invisible, es el Aj.
Volviendo a Ajnatón, que él se defina literalmente como “el Resplandor del Atón”, vendría a significar que él es la “Representación visible del Atón”. Si tenemos además en cuenta que Ajnatón se representaba en esculturas de Karnak (y otras) identificado con el dios Shu (portando la corona de cuatro plumas propia de Shu), tenemos a un rey asimilado a Shu, que se llama, y por tanto es, el “Aj del Atón”, es decir el “Resplandor del Atón”: una forma visible de Dios ante los hombres.
¿Qué queda en claro de todo esto?. Que el empleo de la Merkaba vivificará –hará más sensible, más “visible”- el Aj de (y en) nuestras vidas. Si el Aj es el espíritu humano como reflejo del Espíritu Universal –lo que es una verdad a gritos- entonces todos y cada uno de los planos de nuestras cotidianas, a veces grises, pragmáticas y materialistas vidas humanas –pero nuestras en el aquí y ahora y por esa razón causal, respetables-, lo económico, lo afectivo, la salud física y psíquica, lo intelectual, las relaciones sociales, todos los matices de nuestro diario devenir que a ustedes se les ocurra, se verán iluminados por el reflejo del Aj.
Ahora bien, ¿cómo lo lograremos?. Por razones explícitas que iremos estudiando, esto se obtiene mediante la meditación dinámica (visualización en movimiento) de un concreto esquema geométrico. Concretamente, dos tetraedros (pirámides de una base y tres caras contiguas) una invertida respecto de la otra y entrelazadas, girando en el sentido de las agujas del reloj. O sea, la imagen que se acompaña.
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NOTAS:
1) La religión egipcia sostenía (casualmente) que el ser humano estaba formado de siete “planos”: el cuerpo físico, el “Ka” –asimilable al cuerpo astral- el “Ba” –residuos psíquicos-, el “Aj” –espíritu-, el “Ib”-doble etéreo-, el “Ren” –hoy lo llamaríamos “campo bioplasmático”- y el “Sheut” –“alma” o “reflejo átmico”-.
2) Quien sospeche en esta frase la presencia del concepto del “präna” entre los antiguos egipcios –y por ende, un conocimiento yóguico- no estará descaminado.
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