Por Martha Jacqueline Iglesias Herrera
Si bien en el pasado se conocían los campos de concentración como sitios o lugares de internamiento de un determinado sector social, el cual era sustraído de toda clase de privilegios de justicia, en la Era de la Información y las nuevas tecnologías, los campos de concentración adquieren una nueva dimensión: oculta, inquietante y muy peligrosa.
Ignorado por muchos, los mismos responden a criterios de índole de oscura adaptación u objeto social a juicio de los gobiernos imperantes u otros sectores predominantes. Aunque pueden manifestarse de forma abierta, en esta nueva Era de la Información, los campos de concentración se ejecutan a nivel del pensamiento. Como diría el escritor George Orwell en su novela 1984: “El Gran Hermano te vigila”, y lo que antes podría parecer una mera historia de ficción con tintes realistas, hoy es un hecho.
Los individuos que forman parte de los mismos, muchas veces ignoran que lo son, e incluso son sometidos a experimentos de carácter social, con fines específicos, sin el consentimiento o conocimiento de estos.
A través de las informaciones aparecidas en redes sociales o internet en general, son bombardeados con noticias de todo tipo, con un carácter marcadamente personalizado, de acuerdo a sus gustos, aficiones, llegando los experimentadores a tratar de despertar o activar los resortes de algún miedo o temor codificado previamente en su psiquis, e incluso, mostrar alguna amenaza, con un lenguaje sutil e inadvertido, que puede quedar marcado en el subconsciente si no están atentos a lo que sucede por desconocimiento de esto.
Imagino que detrás de todo exista un equipo multidisplinario que monitoree constantemente sus reacciones y consecuentes respuestas ante los estímulos provocados de forma óptica u auditiva.
Lo grave de todo, es que, en los individuos más débiles emocionalmente, podrían ser activados severas cargas de estrés consciente o inconsciente, con el consiguiente debilitamiento del sistema inmunológico y la posterior aparición de enfermedades que pudieran ser fatales e irreversibles como el cáncer.
O sea, dicho en otras palabras, en estos campos de concentración de la Era de la Información, los individuos que forman parte de la experimentación social pasan a ser simples cobayas de laboratorios humanos, donde a nadie le importa su destino.
O sea, un crimen social o asesinato social con todas sus letras, del que solo serán conscientes los implicados en ello, quienes comparten entre sí, la historia y vida de los afectados, como propiedad común.
Esta nueva acción de Crimen Organizado de forma científica, es posible gracias a la interconectividad global y el desarrollo de las nuevas tecnologías, que pueden acceder a los pensamientos y recuerdos de estos individuos para poder manipularlos a su antojo y conveniencia.
Imagino que dirán que es un beneficio aceptable en nombre del avance de la ciencia y en aras de un mayor descubrimiento de las funcionalidades, totalmente desconocidas, del cerebro humano.
Aunque sea algo imposible de demostrar actualmente para quienes lo padecen de forma consciente o inconsciente, llegará el día que el filo de la justicia se cierna sobre la cabeza de todos los implicados.
5 de febrero del 2025
Martha Jacqueline Iglesias Herrera
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