lunes, 5 de noviembre de 2018

La batalla por nuestras mentes: armas psicotrónicas. Crímenes electromagnéticos…


No dejan huella ni, por tanto, se puede acusar a nadie por su daño, pero las numerosas patentes e investigaciones secretas que afloran a la luz, revelan que son una realidad. Más de 400 personas de todo el mundo, englobadas en la Federación de víctimas de armas psicofísicas, afirman estar siendo torturadas con armas que funcionan por ondas. Las llaman “no letales” pero pueden llegar a matar… lentamente.
La existencia de armas “psicotrónicas” nos envía a lo más oscuro de las investigaciones acerca del cerebro y los efectos de las radiaciones sobre humanos: a experimentos con enfermos psiquiátricos, reclusos e, incluso, con meditadores, en prestigiosas instituciones como el Instituto Tecnológico de Massachussets o el Instituto de Stanford. A base de infinitas pruebas, confirmaron el fundamento cuántico de que el ser humano es un organismo electromagnético cuyo funcionamiento se puede alterar mediante señales de ondas a frecuencias determinadas. Quienes hayan utilizado máquinas como el Quantum lo entenderán perfectamente; el famoso zapping que envía frecuencias armonizadoras tiene, también, su uso del “lado oscuro”, desconocido para la mayoría. Louise Doswald-Beck y Gerald Cauderay confirmaron en un boletín de 1 de noviembre de 1990 de la Cruz Roja sobre Nuevas Armas contra las personas que “pequeñas dosis de energía electromagnética pueden alterar el funcionamiento de las células”.

Conociendo este dato, no extrañará saber que quienes anticiparon el peligro potencial del uso de armas de ondas fueran, curiosamente, físicos. La razón es que los físicos atómicos, abanderados de la mecánica cuántica, eran los que estaban en capacidad de entender las enormes implicaciones de considerar al ser humano un ente electromagnético: sus emociones, pensamientos y pasiones podían ser “reducidas” a frecuencias de ondas y potencia eléctrica. Técnicamente: “parametrizadas”, es decir, cuantificadas. Psicólogos, psiquiatras y neurólogos al servicio de los gobiernos secretos se aliarían para convertir estas potencialidades en realidades. La Dra. Elisabeth Rauscher, física nuclear que dirigía el laboratorio de investigación tecnológico de San Leandro en California, llevó a cabo concienzudas investigaciones sobre las armas ELF (de muy baja frecuencia). Rauscher ya había conseguido definir los efectos de algunas frecuencias específicas que inducían no sólo náusea sino también euforia, por ejemplo. Sus éxitos le llevaron a proclamar: "Denme dinero y tres meses de plazo y sería capaz de modificar el comportamiento de un 80% de los habitantes de esta ciudad sin que lo sepan. Los volvería felices o por lo menos, se creerán felices, o, los volvería agresivos".  
El doctor David Krech, de la Universidad de Berkeley, California, afirmó el 29 de diciembre de 1965 en artículo publicado por The New York Times: “los investigadores deben plantearse, ya, la posibilidad de que sus estudios les lleven a conseguir controlar las mentes de los seres humanos. Creo que no me paso de melodramático: las posibilidades futuras de tomar el control de una mente conllevan mucho más peligro que las capacidades que puedan llegar a tener los físicos nucleares”. Lo que sigue son las más inconfesables investigaciones realizadas por seres humanos, conocidas como “armas no letales”.
La división de “armas avanzadas” del gobierno norteamericano quedó adscrita a la ultra secreta agencia DARPA, que tiene sus instalaciones en el estado de Virginia, muy cerquita de la Universidad en la que, si recuerdan, el estudiante coreano Cho efectuó la famosa e inexplicable matanza en abril de 2007… Curiosamente, la hermana de Cho trabajaba en una agencia secreta del gobierno. El Departamento de proyectos de armas avanzadas también ha llevado a cabo investigaciones con microondas en el centro militar de investigación “Walter Reed” dentro del proyecto Pandora.
Richard Cesaro fue el director del DARPA durante el proyecto Pandora y lleva trabajando en ese campo cuarenta años, pagado por la Marina y por la agencia de espionaje en las telecomunicaciones NSA. A lo largo de su trabajo pudo constatar el daño que este tipo de armas producía en monos, pero quiso ir más allá: “para conseguir un salto tecnológico en el campo militar, hay que ir más allá de las bombas y llegar a controlar las mentes de los enemigos”. Cesaro escribió que “el potencial para ejercer un grado de control sobre el comportamiento humano a través de microondas de baja intensidad es razonable, a la luz de nuestras investigaciones”. Por todo ello, Cesaro instó a continuar las investigaciones en ese camino.
En 1984, el capitán Paul Tyler, médico de la marina americana responsable de la investigación sobre los efectos de las radiaciones sobre los humanos, expuso sus conclusiones ante el centro universitario aeroespacial confirmando que "se podían alcanzar efectos biológicos precisos con la ayuda de campos electromagnéticos”. Tyler no ocultó que ya se habían identificado tales campos para un uso operativo, pero, al parecer, quedaba por solucionar el problema de la potencia necesaria para transmitir las ondas ELF. El hecho de que estemos hablando de proyectos ultra secretos hace que las investigaciones puedan estar más avanzadas en según qué niveles. Muchas de las evidencias proceden del fenecido bloque comunista debido a que, cuando cayó ese régimen, muchos archivos secretos salieron a la luz.

Ataques con ondas   
La otra vertiente de esas investigaciones son las armas EHF, es decir, de “alta frecuencia”. La principal “ventaja” de las ondas EHF respecto a las de bajas frecuencias ELF, es que su transmisión opera en línea recta, y pueden dirigirse fácilmente hacia objetivos minúsculos. En artículo del investigador Joe Vials publicado “New Dawn Magazine”, se explica que estas microondas son generadas por un sistema llamado “Magnetrón” en el cual los electrones producidos por calentamiento en un tubo catódico se desplazan gracias a una fuerza que combina un campo eléctrico y uno magnético. El aparato catódico es un cilindro hueco cuyo exterior se rodea con emisoras de bario y de óxido de estroncio. Dispuesto concéntricamente en torno al eje catódico, hay un amplio cilindro de corriente anódico que contiene una gran cantidad de cavidades de resonancia sobre la superficie. Cuando se desencadena, el Magnetrón produce una corriente eléctrica radiante entre el ánodo y el cátodo, mientras que el campo magnético es estimulado por el cátodo. El dispositivo se sella en un espacio al vacío. La potencia máxima de emisión es limitada por el tamaño del Magnetrón utilizado, pero las investigaciones ponen de manifiesto que el más potente puede producir una corriente de microondas de más de diez millones de vatios por pulsación. El rayo microonda que emite puede concentrarse de la misma forma que una lente fotográfica: desde el mayor ángulo de apertura hasta el micro formato. Es decir, que puede concentrarse sobre un punto infinitesimal.
El primer ataque confirmado con armas de este tipo tuvo lugar en 1953, cuando los soviéticos bombardearon la embajada americana en Moscú con masivas ondas electromagnéticas de baja frecuencia. Antes del ataque, el gobierno ruso se había reunido con el norteamericano para acordar un alto en la carrera armamentística de las armas electromagnéticas, pero su ofrecimiento fue rechazado por los norteamericanos. Como contrapartida, parece que los soviéticos decidieron atacar la delegación estadounidense con ondas electromagnéticas. A consecuencia de ello, el embajador norteamericano, Walter Stoessel, contrajo una enfermedad caracterizada por ojos rojos y linfoma y, al igual que otros empleados, terminó muriendo a consecuencia de las microondas empleadas en los ataques. Lo más aterrador del caso es que las autoridades norteamericanas mantuvieron en secreto a sus empleados este ataque durante años para así poder analizar el efecto de estas armas. Así lo reconoció implícitamente Henry Kissinger al escribir un informe secreto en los años setenta por el que ofrecía una indemnización a los empleados afectados.
En 1976, un escrito del Comité del Senado de Derechos constitucionales, en el apartado “tecnologías para el control-vigilancia”, pagina 1280, se puede leer, citando a su vez a Federal Times, 13 de diciembre de 1976, y que lleva por título “Estudios de armas de microondas de los soviéticos”. “La oficina de inteligencia del ministerio de Defensa ha publicado un estudio sobre los desarrollos de los soviéticos en el campo de las armas de microondas. Las microondas se usan en el radar, en la televisión y en los hornos microondas. Pueden causar desorientación e infartos en seres humanos. Otro efecto biológico puede ser en el campo de las voces creadas mediante microondas. Sonidos y posiblemente pueden lanzarse palabras intracranealmente e inducidas mediante la modulación de señales a una densidad media muy baja. Según este estudio, los avances de los comunistas pueden desembocar en el desarrollo de un sistema para desorientar o desconectar el comportamiento del personal de la embajada”.
En 1979, en el marco de una conferencia de las Naciones Unidas, los soviéticos aclararon su visión sobre las microondas y proporcionaron una lista de armas de destrucción. El documento de las Naciones Unidas continuaba describiendo su funcionamiento: “las armas electromagnéticas operan en un cierto rango de radiofrecuencias, pudiendo causar daños en los organismos humanos”
Según un editorial de Pravda de 27 enero de 1986 reflejado en un documental de la BBC, “los soviéticos habían desarrollado rayos, microondas, infrasonidos y armas genéticas, que en términos de su capacidad destructiva, pueden no ser inferiores a las existentes en la actualidad”. Tras la caída del régimen soviético, y con la apertura subsiguiente de archivos secretos, aparecieron hasta 44 publicaciones sobre este tipo de armas. Supuestamente, los paralelos avances en este campo de los Estados Unidos se debieron al miedo a quedarse atrás frente a los soviéticos.
Pero en lugar de dirigirlas hacia unos enemigos externos, inexistentes tras la caída del comunismo, su uso se dirigiría hacia los enemigos internos, es decir, los disidentes. Este tipo de armas tiene una “cualidad”: no dejan huella y, por lo tanto, no se puede echar la culpa a nadie. Las víctimas, que sufren en silencio un mal prácticamente imposible de localizar, son catalogadas como “psicóticas” en términos de la psiquiatría oficial y neutralizadas, a efectos del gobierno. La Federación Mundial de víctimas de armas de control mental afirma que son torturados por su actividad política, para robarles ideas o porque han divulgado los secretos inconfesables de los gobiernos secretos (chivatos). Alfredo Nieto es un informático español que trabajó 20 años en Lloyds Bank. Según él, “en general somos gente desechable, por una razón o por otra, porque molesten en el grupo social en el que están. Hay una red que debe estar basada en nanomáquinas, que podría espiar en el comportamiento de la gente o influir en sus emociones; esto constituiría una red global que sería secreta. Estos seguimientos implican a veces la participación de helicópteros”. Las propias víctimas de este tipo de armas especulan con la posibilidad de que repentinos cánceres o enfermedades fulminantes que han afectado a los sistemas inmunitarios de renombrados disidentes hayan podido ser provocados por este tipo de armas. En concreto, las víctimas españolas señalan la sospechosa muerte del añorado investigador Andreas Faber Kaiser, muerto a consecuencia de una repentina inmunodeficiencia y la reciente del cineasta Aaron Russo, autor del vídeo “América: de la libertad al fascismo”, víctima de un cáncer fulminante. Las posibilidades de generar arficialmente este tipo de males están absolutamente comprobadas y su fundamento científico reside en la física nuclear y cuántica.
Louis Slesin, director de la revista Microwave (Microonda) afirmó que “dado que el cuerpo humano es, básicamente, un organismo electromagnético, los aparatos que causen interrupción en sus impulsos eléctricos pueden afectar su conducta y su salud física. Pero estos programas son tan secretos que los militares no hablan de nada concerniente a ello”. El caballo de esta batalla es el espacio y la tecnología satelital, imprescindible para dirigir las ondas. Actualmente, hay cientos de satélites en funcionamiento, que mueven billones de dólares, en contratos con compañías privadas a cuenta de los gobiernos. La entidad americana que los gestiona es la NRO, secreta hasta 1992, y allí desembocan los “programas negros de investigación”, es decir, ajenos al control judicial y parlamentario, supuestamente, en este campo y otros, como la modificación del clima.  Según un científico ruso: “Aquel que controla el espacio electromagnético, controla el mundo”, de ahí la lucha entre satélites de la carrera espacial.

Tecnologías direccionables
Mucha gente se preguntará: ¿Por qué una persona recibe esas microondas y las otras no reciben el mismo daño?
La respuesta está en que las últimas tecnologías de este tipo de armas son direccionables, es decir, pueden afectar a una persona determinada mientras que los de su entorno no reciben este daño, con lo que la persona atacada añade a su sufrimiento, la sensación de aislamiento generada. No se lo puede contar a nadie. En concreto, los investigadores al servicio de estos programas ultra secretos han avanzado mucho en el tema del sonido, que no deja de ser otra onda, potencialmente inaudible si se emite en una frecuencia inferior a la que capta el ser humano. La carta de 1979 de los soviéticos hacía especial hincapié en los sonidos no detectables por el oído humano. “Radiación acústica infrasónica. La variación de sonidos infrasónicos puede ocasionar daños en el sistema nervioso y el cerebro”.
Los norteamericanos no se quedaron atrás, en este caso, con un sonido por encima del grado de frecuencia audible por el oído humano. “El sonido hipersónico”, según cuenta el “US Lab Test en Hipersonic sound for non letal use” (Laboratorio para el uso no letal del sonido hipersónico), “se usa para incapacitar a los enemigos y es direccionable. Causa desorientación, dolor y náuseas”. El ejército americano trabaja con la patente de un inventor alemán llamado Hans Raida que combina alta potencia y baja frecuencia con un potente rayo de sonido. Actualmente, estas tecnologías están siendo utilizadas por el estado Israel contra las guerrillas urbanas de Hamás y Hezbolá.
Muchos investigadores han comprobado que cuando las neuronas reciben unas dosis de electricidad determinadas, sus propiedades eléctricas cambian en la misma manera en la que actúa la memoria. George Seffens describe las nuevas tácticas de guerra urbana en la publicación Defense News: “Uno de los experimentos incluye el uso de sonidos que mutan a altos decibelios mientras se amplían los sonidos en los más típicos rangos de la voz o de la transmisión de radio”.
El catedrático de filología francés, Rudy Andria, comenzó su calvario cuando denunció a una vecina que le fastidiaba en su piso, descubriendo posteriormente que estaba metida en una red de prostitución. “En principio no sabía lo que era, me informé y así supe que hay mucha gente en el mundo con los mismos problemas: dolor de cabeza, vértigos, alternancia de diarrea, sensación de calor intenso dentro del cuerpo o alternancia de sensaciones de calor y frío, privación del sueño, dolores musculares y calambres en las piernas... Descubrí que hay personas con los mismos síntomas que yo: los llaman crímenes electromagnéticos. Ningún médico quiere saber de esto. Todos han asimilado el problema como si fuera psiquiátrico”. El estudio de la federación de víctimas de este tipo de armas afirma que hay entre 100.000 y medio millón de víctimas en todo el mundo.
           
Voces artificiales en el cerebro
Un paso más allá en este sentido es la posibilidad de crear “voces” en el cerebro.
 Thomas Jensen, del centro presbiteriano San Lukes Medical Center, comprobó que “milésimas de segundo antes de pronunciar una palabra, el cerebro emite unas ondas determinadas para esa palabra. Y esas ondas son exactamente las mismas de una persona a otra”. Este dato hizo que Richad Clark, de la Universidad Flinders del sur de Australia, haya propuesto el uso de redes neuronales de ordenadores para “reconocer los patrones de aprendizaje de conceptos en los campos eléctricos de la mente”.  El documento “Máquinas que leen mentes”, de Gary Selden, afirma que “sin duda, la CIA ha estudiado los campos eléctricos u ondas que la mente emite después de haber aprendido algo. Con monitores remotos, sería el sueño del espionaje”. Edward Hoffman, subdirector del Instituto psiquiátrico de Yale, sostiene que se pueden destruir las voces que sufren los esquizofrénicos mediante pulsos magnéticos.
El grupo de neurocientíficos del Caltech (Instituto Tecnológico de California) afirma que las intenciones pueden ser leídas directamente midiendo la actividad eléctrica en el córtex parietal. En una de sus investigaciones, se insertaron cables en esta zona de la cabeza en un grupo de monos. Antes de que tocaran un cursor para recibir una recompensa, la actividad eléctrica neuronal que planeaba tocar la tecla fue “grabada”. Seguidamente, cambiaron las recompensas y las grabaron, de manera que pudieron anticipar qué recompensa iban a elegir dependiendo de la actividad neuronal que se producía previamente a su acción. Como todo el mundo sabe, del mono al hombre hay un pequeño paso…
La patente norteamericana 3.951.134 de 1976 a nombre de un tal Malech (Robert G., de Nueva York) describe “un aparato y método para monitorear y alterar el comportamiento de las ondas cerebrales de un sujeto desde una posición alejada mediante señales electromagnéticas de diferentes frecuencias, de manera que unas intercedan con las otras para conformar una onda de forma que modula las ondas cerebrales del sujeto en cuestión. Esa interferencia en la onda cerebral será retransmitida por el cerebro del sujeto al receptor, que la modulará y ampliará a su antojo”.
Giorgio Ganis y Stephen Kosslyn de la Universidad de Harvard han encontrado que las mentiras bien organizadas requieren la activación de distintas partes del cerebro y altas dosis de concentración, comprobando las diferencias en los mapas cerebrales entre las mentiras espontáneas y las elaboradas, es decir, cómo se producen cada una. Corroborando este aserto, en la revista Nature del 22 de enero de 1998 el investigador francés Denis Bihan de la Comisión de la energía atómica afirmaba que “casi podemos leer los pensamientos”.
Este tipo de información ha comenzado a dejar de ser propia de “conspiranoicos”, pasando a formar parte de los medios que siguen la versión oficial. El 10 de febrero del 2009, el diario español Público informaba de que científicos australianos habían conseguido “leer los pensamientos de unos voluntarios”, determinando que la decisión de tomar una u otra bebida se podía “leer” midiendo la actividad cerebral mediante una luz infrarroja en la corteza prefrontal del cerebro.
Como queda reseñado, los científicos han reconocido el uso de monos para estudiar los efectos biológicos de las altamente concentradas frecuencias de microondas. Si esta práctica puede sobrepasar los límites éticos, todavía más si esos experimentos han sido realizados con humanos. Similares investigaciones a las mencionadas se llevaron a cabo en el hospital de Kansas City, la Universidad de Rochester, los centros Brooks Airforce Space y John Hopkins, el Instituto tecnológico de Massachussets, la Universidad de Pensylvania y otros laboratorios, tanto norteamericanos como en otros países.
Curiosamente, una de las mayores autoridades en la materia es un español, el doctor José Manuel Rodríguez Delgado, dotado de un currículo envidiable. En una ocasión experimentó con cuatro diferentes seres humanos a los que irradió con microondas, informando que la experiencia había provocado diferentes emociones, sensaciones y visiones de color. El neurofísico español afirmó que “estas armas son más dañinas que una bomba nuclear”. Y añadió: “con conocimiento del cerebro, podemos transformar, manipular, dirigir o robotizar seres humanos” (…) “Creo que el principal problema en el futuro será que se robotice a seres humanos sin que se den cuenta de ello”. Entre muchos otros inventos, el doctor Rodríguez Delgado fue el responsable del desarrollo de un emisor cerebral que sirve para dirigir a distancia seres humanos como robots. Aplicando electrodos a determinados enclaves del celebro, logró la anulación absoluta de las reacciones del individuo. Se ha hecho famoso en Internet, un vídeo en el que se ve un toro de lidia con unos electrodos en la cabeza que, de repente, escapa del capote rojo al que se dirigía. El autor de este experimento es el científico del que hablamos.
En palabras del destacado neurofisiólogo español José Manuel Rodríguez Delgado, “en el futuro podríamos llegar a gobernar, de manera inteligente y razonable, la fuente de todas las actividades humanas". Uno de los experimentos de este científico español consistió en investigar “los ciclos de sueño de los astronautas” según publicó el New York Post el 22 de marzo de 1967. Para algunos, estas investigaciones podrían ser el origen de las dificultades mentales observadas en muchos astronautas a su regreso a la Tierra, incluida su incapacidad para recordar su experiencia en el espacio. Una vez más, esto no es el argumento de una novela de ciencia ficción: un equipo de científicos del hospital de Georgia, liderado por el doctor Joe. Z. Tsien, consiguió borrar la memoria de ratones en una noticia aparecida en la prensa “oficial” en octubre del 2008. Las barbaridades cometidas por psiquiatras en nombre de la ciencia podrían llenar una enciclopedia.

Radiaciones a cuenta del gobierno
El doctor Ewen Cameron, presidente de la asociación de psiquiatras americanos y canadienses durante largos años, dirigía el “Allen Memorial Psychiatric Institute in Montreal”, fundado en 1943 con fondos de la Fundación Rockefeller para desarrollar el Proyecto de control mental “Monarca” (llamado así por la famosa mariposa). Al igual que el Proyecto Pandora, es una rama más del ya famoso MK Ultra (Proyecto de control mental).
El dinero para las operaciones de Cameron procedía, cómo no, de la CIA a través de la “Fundación Cornell para el estudio de la ecología humana”. La anulación sistemática de la mente de un ser humano o su memoria fue conseguida mediante sobredosis de LSD, barbitúricos que hacían permanecer 56 días seguidos dormido o con terapia de electroschock superior a 75 veces la dosis recomendada. Cameron comprobó que el “condicionamiento psíquico”, es decir, la repetición de un mensaje veinte cuatro horas al día, conseguía programar la mente previamente vaciada. Estas investigaciones son, a buen seguro, el origen de las torturas de Guantánamo y Abu Ghraib en las que se ha utilizado la privación sensorial y la repetición “ad nauseam” de canciones, por ejemplo, de Bruce Springsteen (que se quejó por cuestión ética y de derechos de autor). Pero este laureado psiquiatra fue sólo el pionero de una larga serie de desmanes realizados en nombre de la ciencia y que han tenido en el cerebro su punto de incidencia.
El psicólogo y neurocientífico Michael Persinger investigó los efectos de las radiaciones electromagnéticas sobre el cerebro para un programa de armas del Pentágono. Persinger perfeccionó los métodos para realizar experimentos de inducción de experiencias subjetivas, como hacer sentir que se ha sido abducido por extraterrestres o que se ha tenido encuentros con ángeles o Dios, por medio del uso de un casco de motocicleta modificado de realidad virtual, enviando señales electromagnéticas a la parte delantera del cerebro. Su conclusión fue que “la experiencia humana de Dios puede ser generada mediante procesos que no tienen nada que ver con que dios exista o no”. Publicó el estudio en 1995 con el título: “Sobre la posibilidad de acceder directamente a cada cerebro humano mediante inducción electromagnética de algoritmos fundamentales” (…) “Un proceso ligado a la temperatura del cerebro puede permitir afectar a todos los cerebros humanos normales por medio de una frecuencia subarmónica cuya variación a 10 herzios seria de solo 0.1 herzios”.
Más adelante decía: “las variaciones del ruido dentro de la matriz pueden servir para distinguir entre distintos cerebros. Variaciones al azar del ruido pueden diferenciar entre las mentes de diferentes individuos. En otras palabras: cada individuo puede ser identificado en función de los característicos “outputs” de su cerebro”.
Y llega más lejos: “la identificación de estas secuencias puede permitir llegar directamente a las más complejas funciones cognitivas asociadas a la personalidad, la conciencia humana y la agregación de representaciones de experiencias”. En otras palabras, Persinger está hablando de la capacidad para modificar la conciencia de un individuo, su personalidad, su memoria (agregando recuerdos falsos), mediante ondas electromagnéticas. La posibilidad de “crear terroristas” a base de torturas y ondas queda diáfana a la luz de las palabras del afamado científico.
El doctor Persinger, que ha aparecido en algunos documentales recientes del Canal Historia, sostiene que los procesos mentales pueden ser engañados enviando esta (des) información directamente al cerebro. El principio sobre el que se basa es que la duplicación sintética de la red neuroeléctrica del cerebro generada por los sensores a un estímulo real que excita ese proceso, puede producir la experiencia de ese estímulo sin la presencia del mismo. Es decir, un engaño a la mente. Lo que proponía el doctor Persinger es que, virtualmente, cualquier estado mental puede ser generado artificialmente desde una fuente exterior. Lo más aterrorizante de esto es que los medios para conseguirlo existen ya y los planes son operacionales a nivel global. “Los niveles paralelos de potencia para estas amplitudes son similares a los que utilizan las señales de radio y el sistema de telecomunicaciones. En las pasadas dos décadas, el potencial para realizar esto se ha desarrollado tanto que lo improbable ya puede ser factible.
Todas estas evidencias nos llevan a la certera posibilidad de que se puedan crear asesinos dirigidos a control remoto mediante voces en su cerebro emitidas por su “controlador”. Los ejemplos son innumerables. Por ejemplo, Timothy McVeigh, asesino de la matanza de Oklahoma en 1995, creía que el ejército le había implantado un chip en sus nalgas. El asesino de Robert Kennedy, Sirhan Sirhan, no recuerda nada de lo que ocurrió el día del asesinato, mientras que el de John Lennon, Mark Chapman, afirma que oía voces.
En los años ochenta y noventa se hizo famoso Unabomber, el matemático que mató a varias personas enviándoles bombas debido a su odio por la tecnología. Poca gente sabe que, en los años 50, Ted Kaczynski, más tarde conocido como Unabomber, fue objeto de estudio por el doctor Murray, psicólogo al servicio de las OSS (germen de la CIA). Concretamente, Kaczynski participó en un experimento en la Universidad sin su consentimiento durante tres años, que implicaba tomentos y humillaciones y bombardeo con ondas, lo que dejó huellas profundas en su psique. Este dato aparece en el libro de Jonathan Moreno “Guerras de la mente: investigación sobre la mente y defensa nacional”, de innegable valor puesto que el autor conoció a Murray directamente, al ser amigo de sus padres, también psicólogos.

Armas no letales
Todas estas armas descritas se conocen hoy día bajo el paraguas desinformativo de “armas no letales”. Con esta denominación aparecen en documentos secretos de la CIA desde los años 60 pero, curiosamente, su desarrollo ha estado controlado por compañías privadas. La que fuera fiscal general de Estados Unidos, Janet Reno, confirmó que “las agencias acordaron desarrollar en común armas que sean válidas tanto para el campo militar como para la seguridad interna”.   Por ejemplo, la compañía aeronáutica Lockheed Martin, en la página de su división “Ciencia e ingeniería”, seabase.com, se lee lo siguiente: “Proveemos de tecnologías al gobierno como láseres, sensores espectostrópicos, microondas de gran potencia, campos electromagnéticos y armas menos que letales”. Otra compañía contratada por el gobierno estadounidense es Vector Microondas Investigaciones. La carrera armamentística en este tipo de armas ha sido secreta: hasta 25 países han desarrollado este tipo de armas sin enterarnos, según el ex secretario de defensa, Wiliam Cohen. Como ejemplo, el premio de investigación otorgado por la CIA en 1996 recayó en el científico John Craven por dos proyectos: “Microondas para computadores” y “Láser para comunicación”.
La doctora Barbara Hatch Rosenberg afirmó en el boletín de físicos atómicos de otoño de 1994 que “las armas no letales utilizan energía electromagnética en frecuencias de láser, microondas, radiación de radiofrecuencias, o luz visible pulsada a la frecuencia en la que emite el cerebro”. (…) “Sus resultados son: ceguera temporal, desórdenes en el pensamiento, dolor severo, nausea, diarrea, o disfunciones en órganos internos”.
En la actualidad, no existe ningún aparato accesible al público, específico para detectar un bombardeo psicotrónico. Lo más parecido es un “Detector de fugas de microondas”. de un australiano llamado Dick Smith. En su origen, estaba destinado a rodear la junta de caucho de los hornos microondas, para detectar las posibles fugas de radiaciones. El detector de fuga de microondas es direccional y capaz de recoger una emisión de onda psicotrónica tan leve como un miliwatio por centímetro cuadrado. Investigaciones médicas en los Estados Unidos demostraron también que una exposición prolongada a fugas de baja intensidad puede causar problemas serios en los ojos, como las cataratas. Las investigaciones se refirieron a un grupo de mujeres que se había expuesto a tales fugas de microondas en el lugar de trabajo, durante meses y meses. En cada caso, el nivel de perjuicio es proporcional a la distancia del horno microonda de dónde procede la fuga.
Queda abierto el campo a las máquinas de salud cuántica y electromedicina sobre este tipo de males.
Del otro lado, los gobiernos del mundo y entidades bancarias quieren introducir la tecnología de chips de radiofrecuencia (RFID) en nuestro cuerpo con la excusa de la seguridad del GPS que lleva incorporado y para sustituir al dinero y los datos médicos. Cientos de hijos de millonarios en Méjico y Brasil ya se los están poniendo, así como en discotecas de alto standing, policías del Reino Unido. Parece que uno de los hijos de Lady Di también se insertó el chip cuando fue a la guerra de Irak. La Libertad del ser humano está en juego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

OPINION PÚBLICA TECNOLOGIAS INVASORAS DEL CEREBRO HUMANO Tengo el honor de dirigirme a su distinguida persona por el siguiente motivo: Yo Fernando Arakaki Miranda porque tengo ascendencia japonesa viaje al Japón donde trabajaba. He sido usado como experimento, con la tecnología cibernética más avanzada, armas invasoras del cerebro humano con tecnologías invasoras del cerebro. Esto fue realizado en contra de mi voluntad, sin mi consentimiento. Esta tecnología es usada por N.S.A, sistema de inteligencia, Sociedades secretas, que tienen vínculo con religiones, y otros poderes. atacan a los seres humanos con el fin del dominio mundial esclavizando la raza humana. Estos crímenes no tienen excusas. Usan drogas para dopar a la víctima y la mentira para dañar su prestigio de donde vive o trabaja. En el intento de esclavizar, destruir a la gente cometen muchos delitos penales de los cuales tenemos: tentativa de homicidio, robo, amenazas, daños psicológicos, daños a la salud, etc.., y muerte. Por la novedad de este implante he sido estudiado por universidades en Santa Cruz de la Sierra Bolivia y América del sur. Hemos investigado que estos genocidas se creen Dios, hablando al cerebro de sus víctimas haciendo que vean visiones con torturas psicotronicas, microondas que es arma de guerra usada en los pueblos y lo más lamentable de todo que las victimas de algunos países piensan que esta tecnología es Dios. Como usted puede ver, se trata de vejamen, delitos de lesa humanidad, genocidios estas clases de injusticias deben de ser sancionadas por la Organización de Naciones Unidas (O.N.U), los Derechos Humanos en el mundo entero. El ser humano tiene el derecho a la vida, la libertad, el derecho a buscar su felicidad. Esto no quiere decir que esté en contra de la ciencia, o las religiones, todos somos libres y al ser humano se debe respetar en su integridad física y mental. Esta denuncia que hago pública lo es pensando también en todas las víctimas que han sido usadas y después acalladas inhumanamente. Estos atropellos han quedado impunes. Señor, espero usted comprenda mi situación. Necesitamos su colaboración para hacer público este crimen y así llegar a la justicia con un previo juicio internacional, pidiendo resarcimiento de daños con una indemnización justa y ejemplar a través de las vías legales. Para más información: mi número de teléfono es el 001-591 73669290 santa cruz — Bolivia. mis casillas de correos electrónicos son: tatacibor@hotmail.com - ferny515@hotmail.com – Para mejor información investigar en google las siguientes páginas: haarp chemtrails mind control — weapon implants psychotronic torture – soul cátcher 2025 – victims implants mind electronic — implantes cerebrales voces en el cráneo Se despide agradecido Fernando Arakaki Miranda. (nota: hacer público este documento.)”

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