jueves, 18 de abril de 2019

¿Un mundo muerto nos acompaña?


Por Orestes Girbau

Responsable de Relaciones Públicas
e Investigaciones del Comité Gestor 
de la Asociación Cubana de Ufología.

Nuestro satélite natural, la Luna, continúa siendo fuente de numerosos misterios, y ha sido objeto desde hace varios siglos, del más intenso debate a nivel astronómico, periodístico y actualmente ufológico.
El análisis sobre la supuesta presencia de alguna forma viviente en el astro acompañante, no ha estado exento del contexto literario y/o científico, a medida que han ido estudiándose sus características físico-geográficas, durante un periodo comprendido entre las observaciones realizadas por William Herschel*(1) hasta hoy. Pero, ¿Cuáles fueron -y son- los motivos que impulsan a mantener cierta expectativa por descubrir huellas, incluso inteligente, dentro de un mundo carente de vestigios biológicos?
En esta ocasión, - y sin apelar al aspecto relacionado con la fantaciencia - entiendo que existen materiales suficientes para incluir tópicos lunares trascendentes, respecto a los estudios realizados y su posterior divulgación, los cuales han acompañado también el acontecer tecnológico y cultural humano durante generaciones, ya que numerosas fuentes indican, paradójicamente, que ciertos descubrimientos atribuidos a personal científico, terminaron siendo Ciencia Ficción, y verdaderos clásicos subordinados a la novela fantástica en su época, tienen ahora mayor consistencia y consideración científica.
Durante el albor renacentista, y en medio del ímpetu tomado por los astrónomos que continuaron después de Galileo,*(2) la Luna fue sin duda alguna principal objetivo de estudio; su cercanía al planeta Tierra y la creencia ancestral sobre probables formas de vida, conformaron diversas ideas y conjeturas no pocas veces simplistas e irracionales.

Entre aquellas destacadas autoridades científicas, que en el siglo XIX declararon abiertamente poseer evidencias de una manifestación tecnológica en suelo selenita, está Gruithuisen, astrónomo alemán, quién aseguró haber descubierto, en 1882, una ciudad por las inmediaciones de Sinus Media, prácticamente hacia el centro del disco lunar *(3), dando descripciones espectaculares en relación con dicho complejo artificial foráneo. De todos modos, sin agua ni oxígeno resultaba imposible toda tentativa para considerar semejante especulación, que se trató entonces de fundamentar, aunque sin pruebas tangibles. La habitabilidad no correspondía, era -y es- un cuerpo muerto desde siempre. ¿Verdad absoluta? Digamos que hay quienes opinan algo diferente.
El anterior no era un único episodio sensacionalista. John Herschell* (4) había “protagonizado” otro hallazgo mayor, adjudicándosele primicias periodísticas. Espacios del rotativo New York Sun, en agosto de 1835, dieron especial cobertura de relatos desconcertantes, describiendo nada menos que humanoides, observados con apoyo de un telescopio cuya medida seguía siendo respetable, (20 pies) amén del gran aumento focal. Pues bien, detrás de ese sofisticado instrumento óptico - añadía la citada prensa - se lucía orgulloso el afamado astrónomo.
La presencia de criaturas simiescas aladas (tipo murciélago) en Selene trajo consecuencias nefastas, de las cuales supo librarse el distinguido Herschel. Y soslayó su responsabilidad ante aquel “inoportuno” caso de soberana desinformación, cuando se dijo que él, igualmente, había presenciado unos raros seres esféricos, vistos descendiendo laderas montañosas a enorme velocidad. Este hito dio mayor notoriedad al famoso hombre de ciencia, al aparecer en otras publicaciones estadounidenses responsables del eco de la noticia. Lógicamente Herschell siempre la negó.

UN FABULOSO ESCENARIO PARA LO INCREÍBLE
Exactamente, Sir John Herschel estaba siendo partícipe indirecto de lo que hoy denominamos intoxicación informativa. Desde el observatorio ubicado en el Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica) – afirmaba el Sun – había identificado todo tipo de especímenes lunares, anfibios y aéreos. Y hasta construcciones piramidales, pasando por bosques y mares, forjándose en todo este artilugio propagandístico, toda una suerte de influencias contrarias, pues sirvió para crear mayor credulidad ante el público respecto a criaturas vivas establecidas, creándose expectativas que dieron auge al medio noticioso antes mencionado.

Los principales sospechosos del sonado fraude supieron escurrirse hábilmente *(5) quedando solamente la desmentida periodística. Quedaba atrás, de otra parte, intrigantes versiones ofrecidas por una supuesta publicación científica hasta hoy inverificable.

John Herschel heredó de su padre, profesión y fama, incluyendo el fragor de esos escurridizos fenómenos transitorios lunares (FTL).
Y el relevante astrónomo William Herschel, a quién nadie ha podido tildar de lunático, -teniendo en cuenta que durante 1781 anunció su descubrimiento del planeta Urano– testimonió por los años 1783 y 1787 sendas observaciones al presenciar extrañas luces brillantes en y sobre nuestro satélite. Veamos; 1787: el referido astrónomo reclama haber presenciado tres volcanes haciendo erupción en la superficie de la Luna, citando textualmente que “los he detectado” y uno de ellos muestra –apuntaba- “una erupción actual” … Es de presumir que el destacado volcán pudiera haber sido un denominado FTL.

Revisemos unas cuantas fechas anteriores:
1715: El instruido astrónomo Edmund Halley, cuando observaba un eclipse de Sol ve un resplandor fugaz, como haces de luz, en varias zonas situadas en la parte sombreada de la Luna. No estamos hablando de un astrónomo aficionado.
1778: Un astrónomo español nombrado Antonio de Ulloa, también se hallaba contemplando un eclipse solar –el 24 de junio– y de repente observa en la superficie selenita un punto brillante en el momento que los rayos solares incidían sobre una oquedad de la misma.
1789: El conocido selenógrafo alemán Schroeter dijo observar en la superficie lunar “un brillante estallido de luz”.
22 de noviembre del año 1790: Nuevamente W. Herschel, estudiando un eclipse total (de Luna) avista varios puntos rojos, brillantes, luminosos, pequeños y casualmente redondos.
7 de septiembre (1820): Durante un eclipse de Luna, observadores en Francia aseguraron haber visto raros objetos, que con precisión se movían y evolucionaron en línea recta.

Hay que hacer notar con relación a estos singulares eventos, que los mismos sorprendieron al personal astronómico desde siglos anteriores. Se conocen registros notificando enigmáticas presencias en la superficie lunar a partir de 1540.

En 1587, según referencias de un científico inglés, un punto con deslumbrante brillo era observado en la Luna. En sucesivos días se mantuvo aquella anomalía que de ese modo nunca pudo pasar inadvertida, aún para alguien dotado con instrumentos ópticos sin aumentos considerables.

¿SOLAMENTE LUCES?

Efectivamente, pudieran haberse tratado de algo más que simples luces. Avistamientos peculiares en suelo de ese mundo “muerto” acompañante, provocaron que la Sociedad Real de Astronomía inglesa, en 1879, abriera una investigación, –que duró varios años- recopilando cientos de informaciones, y conociendo toda clase de hechos, que fueron atribuidos, quizás, en su mayor parte, a fenómenos geológicos, ópticos o astronómicos ocurridos en la Luna. Para esa fecha contaban con valiosas reseñas aportadas por prestigiosas figuras del quehacer científico europeo. Una de ellas fue la del ya nombrado astrónomo Gruithuisen. En 1848 también afirmó haber observado manchas verdosas en el interior de varios cráteres lunares, las cuales se desplazaban irregularmente. Lo que siguió al reporte le sirvió inmediatamente de base, especulando sobre si lo que él realmente vio pudiera haberse tratado de vegetación. A ese conocido científico se le adjudica –justamente– haber iniciado la teoría sobre el origen de los cráteres lunares, debido a la caída de meteoritos. Por tanto, no era un talento improvisado.
Diversas reseñas pueden utilizarse, y mostrar diferencias entre observaciones con cierto sentido de objetividad y las carentes de todo rigor, salvo el valor que pueden ofrecer los rumores con fundamentos dudosos, incluso para aquella época.
Debo señalar que entre las fuentes de mayor crédito puede citarse la correspondiente al 13 de mayo del año 1870, nueve años antes de abrirse la histórica investigación en Gran Bretaña. *(6) Esa fecha rememora el curioso avistamiento de luces en el cráter Platón durante varias noches a partir de la fecha anterior, (luces intensas y brillantes).
Años pasaron y el mejor estudio del cuerpo satelital terrestre se hacía complicado, porque como no podían conocerse ampliamente y en profundidad, los supuestos eventos acaecidos allí, cualquier teoría tenía aparente valor. Así vemos como en 1885 otro astrónomo nombrado Thouvelot dijo localizar nada menos que las ruinas de una ciudad. Realmente, en pleno siglo XXI hay quienes aseguran tener pruebas contundentes de tales ruinas. Lo real maravilloso es que todavía el “deshabitado” cuerpo sigue dándonos sorpresas e inquietándonos.
Y varios años antes, en 1868, un observador astronómico nombrado Phillips descubría algo interesante. Cuando el Sol se eleva sobre el fondo del cráter Aristarco, las sombras proyectadas por sus paredes se vuelven cortas, y es posible entonces observar algunas bandas radiales que se hacen oscuras y nítidas, y cuando se observaban con potentes telescopios dichas bandas se dividían en pequeñas manchas. Cuando alcanzaban mayor desarrollo, -al llegar a los bordes internos del destacado cráter– iban difundiéndose por áreas aledañas.
¿Cuánto sería objeto de curiosidad entre los científicos por aquellos tiempos en relación con la Luna? Quizá hasta algunos informes nunca fueran mostrados. Otros terminaron siendo sencillas anotaciones, que provocaron la histórica compilación en 1879. Diez años atrás, el 7 de agosto de 1869, durante un eclipse solar, fueron avistados numerosos objetos cruzando nuestro satélite.

CAMBIOS EN EL RELIEVE LUNAR
En aquellos siglos los selenógrafos dibujaban –reservando así valiosos documentos gráficos– las diferentes anomalías que ante sus telescopios iban apareciendo: extraños círculos, líneas, cuerpos luminosos… y, notables astrónomos mundiales verificaron estos inexplicables cambios, notificándolos a través de sencillos dibujos, que provocaron entonces intensos debates.
Dos cosas antes de continuar:
-Se trata de cambios radicales del relieve objeto de estudio u observación por personal categorizado. ¿Actividad tectónica y volcánica en la Luna?
-El análisis posterior creó las bases para considerar disímiles enfoques. Un hecho reconocido y muy sonado le correspondió al cráter Hyginus- N. Con fecha 24 de mayo del año 1882, aparece configurada, según observación, la controvertida región y sus alrededores. Al siguiente día (25/5/1882) pudo observarse evidentemente, y registrarse, cambios sustanciales en aquel relieve.


 Las modificaciones no extensas en ciertos cráteres lunares, han sido vistas y estudiadas con bastante interés por la comunidad de selenógrafos desde el mismo siglo XIX, tal y como hemos expresado anteriormente. 
Detalles significativos de los mismos: 1- Cuando disminuye la visibilidad, sugiriéndose el surgimiento de niebla. 2- También determinados contornos modificados, probablemente por iluminación solar.
Otro hecho que acaparó la atención de varios especialistas por tratarse de un incuestionable enigma, fue Linneo, cráter ubicado dentro del conocido Mar de la Serenidad. Entre 1841- 43, Linneo –con unas 6 millas de diámetro– aparecía diáfanamente. Debemos ser justos y reconocer que a finales del siglo XVII ese cráter no estaba reconocido *(7). Curioso, porque en octubre de 1866 no pudo visualizarse. Estaba como cubierto por una blanca mancha (o capa) “blanquecina”, fenómeno que desconcertó a los estudiosos.
Durante 1879–80 proseguían avistándose todo tipo de fenomenologías o luces desconocidas. Entre ellas, era visualizada una forma de pared luminosa, el 23 de enero del año 1880. Esta línea iluminada dividía en dos el interior del conocido cráter Aristarco. El evento había sido observado también, y dibujado habilidosamente, por el reconocido –y ya mencionado- astrónomo Trouvelot.
Pero, los anteriores no son casos aislados ni mucho menos. Otra gran depresión nada despreciable, de 23 millas de diámetro, a mediados del siglo XIX desaparecía “mágicamente”. *(8).
Luces, llamativas ranuras, marcas que estimulan la curiosidad, cráteres que sufren cambios espectaculares, extrañas nieblas y manchas asombrosas, cultivaron la imaginación de los especialistas.
Una celebridad en el terreno astronómico nombrado William Pickering, reconocido desde el siglo XIX, explicó, en 1924, y sin rodeos, que tenía en su haber el hecho de descubrir, en el cráter Erastótenes, un grupo de inexplicables manchas oscuras. Estas cambiaban regularmente y se desplazaban – aseguraba Pickering – durante el transcurso de cada lunación. Pero ahora viene lo mejor: según él científico, dichas sombras no eran otra cosa que enjambres de insectos.
Hay algo que no se debe cuestionar y que ha causado perplejidad entre los estudiosos del particular cuerpo planetario. Argumentos presentados en el siglo XIX y XX en torno a las fenomenologías descritas, han carecido de la lógica racionalidad. Y surge la pregunta: ¿Hasta qué punto? Incluso, el propio Pickering descubrió en otra depresión, (Aristellus) dos bandas paralelas que denominó “canales”. Se comprobó que estas bandas cambian sus tonalidades en proporción al calentamiento solar. Para entendidos tratábase de vegetación expandiéndose o reduciéndose, al elevarse el astro rey en el horizonte calentando las referidas áreas. En 1951 había científicos considerando la hipótesis de la existencia vegetal en nuestro compañero sideral.

¿TERREMOTOS Y/O VOLCANES DIMINUTOS EN LA LUNA?
Que, en abundante medida, múltiples sucesos lunares descritos aquí tengan origen tectónico o volcánico, es asunto que no se debe poner en tela de juicio. La misma geografía del cuerpo celeste nos ofrece pasadas indicaciones en tal sentido. Podemos inferir o añadir, que subsisten actualmente reminiscencias de ambos procesos geológicos en ese satélite. La explicación tal vez debiera estar en el eventual surgimiento de gases internos, los que deben cubrir zonas profundas de contados cráteres y sus alrededores, como muestra de actividad en el interior de la Luna.
Novedosas teorías han tratado de explicar las interrogantes planteadas. Se entiende que diferentes procesos internos hacen brotar al exterior materia sólida, gaseosa –luminosa- Fenómenos térmicos generan entonces muchos de los discutidos Fenómenos Transitorios Lunares, (FTL) que ufólogos –yo entre ellos– insisten en atribuir (para algunos casos) al desarrollo de actividad tecnológica alienígena.
 
En la segunda mitad del siglo XIX pudo confirmarse científicamente, que algo anormal estaba sucediendo en y sobre la superficie lunar. Por los años 60 del pasado siglo XX el Dr. Nikolai Koziriov *(9 ) descubrió una erupción de gases en el cráter Alfonso, ubicado hacia el centro del disco lunar, por lo que el científico ruso estaba también fuera de toda duda dentro del medio académico soviético. Confirmado quedó igualmente, en este caso por investigadores estadounidenses, que la temperatura en determinados sectores lunares, crecía en la misma proporción que aumentaba la profundidad, demostrándose la existencia de bolsones con anomalías térmicas, y verificándose alrededor de 300 focos calientes análogos en el hemisferio visible de la Luna, testimoniando así mismo la probable ocurrencia de actividad física y química en ella. El insólito hecho de las luminiscencias fue atribuido a los períodos de fulguraciones solares *(10). Estos casos indicaron nuevas interpretaciones dentro del cauce investigativo.

El selenógrafo ruso, profesor N. Kózyrev, ha podido constatar que “entre los procesos tectónicos en la Luna y nuestro planeta, existe una ligazón estrecha”, como si nuestro satélite no se tratara de un cuerpo celeste independiente; sino uno de los continentes de la Tierra. Y entrega un ejemplo: “Al ocurrir un terremoto en un país dado, en 24 horas, en algún cráter lunar es observado luminiscencia de los gases”. Kózyrev prácticamente demostró que casi todos los terremotos terrestres, tienen repercusiones en anomalías lunares “insólitas” y agrega: “Sería absolutamente inverosímil suponer que estos acontecimientos no guardan entre sí relación alguna”.

Evidencia – según él- lo siguiente:
Los fenómenos de posibles erupciones y conmociones geológicas lunares aumentan con brusquedad antes y después de los terremotos.
Procesos en la corteza terrestre redundan determinados cambios en las capas externas del satélite terrestre.
Surge entonces una interrogante: ¿Cómo explicar el comportamiento de las rocas lunares antes de los terremotos? Algo inusitado, porque ¿acaso puede la consecuencia anteceder a la causa?
Antes de sintetizar las explicaciones vertidas, es importante señalar que los datos estadísticos de casi 1000 años, “demuestran” que hubo relación entre la Luna llena y los más destructores terremotos. Hace decenios varios científicos trataron de dar explicaciones coherentes, aunque paradójicas. Y ellas naturalmente motivaron polémicas.
Explicación no. 1: Antes de la sacudida telúrica, en el seno del planeta Tierra transcurren procesos ocultos. La Luna percibe dichos procesos y la amplia.
Explicación no. 2: Oscilaciones en la superficie lunar no sólo anteceden a los terremotos (terrestres) sino que los provocan.

Elementos nunca faltan. Es preciso entender porque en siglos pasados esa luminosa y a la vez oscura roca llena de cicatrices, mantiene sigilosos, desde el más apartado astrónomo aficionado del mundo, hasta muchos renombrados expertos en investigaciones lunares.

Debemos añadir que:
- No todos los Fenómenos Transitorios Lunares tienen que tener un origen físico–químico. La meticulosa concatenación de ellos en siglos anteriores, suponen algo más que volcanes haciendo erupción. Tampoco nos abocaremos en busca de lo novelesco. Recordemos que los astrónomos de aquellos tiempos investigaban como podían, con sus limitados recursos y herramientas tecnológicas. Hoy en día, un OVNI de 30 metros puede pasearse inadvertido por la superficie visible del disco lunar, o sobrevolarla a corta distancia, y no ser observado, incluso, por ese sofisticado y futurista telescopio espacial nombrado Hubble.
- No olvidemos que por el hecho de ser inhabitable la Luna, no tiene necesariamente que descartarse totalmente, la existencia de alienígenas ocupándola en su interior, antes o ahora.

CONCLUSIONES BREVES SOBRE ENIGMAS INCONCLUSOS:

Seleccionar escuetamente diversas experiencias de enigmáticos hechos lunares, comprobados por autoridades responsables en aquellos pasados tiempos, no es suficiente para los actuales investigadores. Ellos no pueden ofrecer respuestas o aclaraciones definitivas. Existen remanentes de energías internas en nuestro satélite, producto de procesos geológicos sumados a la actividad físico–química externa, que hoy siguen siendo foco de interés dentro del círculo científico internacional, que sigue de cerca todo lo relativo con dichos eventos. Las intermitencias luminosas o flash observadas en diferentes zonas de la Luna, a través de telescopios, y misiones estelares, son sólo uno de los aspectos relevantes que podemos considerar. Se han notificado, dentro del historial OVNI las más disímiles experiencias relacionadas con luces desconocidas. En Hessdalen, Noruega, durante un avistamiento, el cuerpo luminoso devolvió una señal luminosa efectuada desde tierra, comprensible si tenemos presente que trataron de entenderse con los humanos de alguna manera.
Por ello, debe entenderse lo incomprensible para los humanos de otros siglos definir un Fenómeno Transitorio Lunar que por lo general son de corta duración. Los resplandores, oscurecimientos, destellos y sombras, por citar unos pocos, no eran generalmente investigables para la ciencia terrestre.
En un futuro comentario hablaré sobre la visión que se ha tenido, -y tiene- de la Luna durante los siglos XX y XXI. De las investigaciones y teorías que han sido expuestas durante ese período. También enfatizaré, sobre otros nuevos sucesos transitorios que ahí siguen desarrollándose, junto a las distintas consideraciones, interrogantes y probables respuestas, proyectadas desde la amplia perspectiva ufológica y científica.

NOTAS:

*(1) William Herschel (1738-1822). Astrónomo germano-británico descubridor del planeta Urano en 1781, y miembro en ese mismo año de la Sociedad Real, fue elegido astrónomo privado del rey al año siguiente (1782).
*(2) Galileo Galilei (1564-1642) Físico y astrónomo italiano. Se opuso a la filosofía aristotélica. Descubridor, investigador e inventor, contribuyó al desarrollo astronómico, cuando construyó un telescopio de veinte aumentos, descubriendo, dentro del relieve lunar, montañas y cráteres.
*(3) La región lunar de Sinus media en la actualidad sigue inquietando a los ufólogos y a otros estudiosos del tema. Se ha hecho pública una foto que la Sonda norteamericana Surveyor 6 realizó en 1967, precisamente en Sinus Medii. Puede apreciarse una luminosidad brumosa encima de la superficie –especie de semicírculo luminoso– y que para ciertos entendidos se trata de una gran estructura cupular transparente.
*(4) John Herschel (1792 – 1871) Astrónomo inglés. Hijo del astrónomo W. Herschel y continuador de varios de sus trabajos investigativos. En 1848 llegó a presidir la Sociedad Real de Astronomía.
*(5) Entre los que según rumores estaban implicados en el fraude periodístico, se citó a un tal Richard Adams Locke, (periodista) el cual hizo cuanto pudo por desmentir públicamente aquella osada crónica que tanto aspaviento produjo.
*(6) Solamente entre los años 1867 – 1870 se pudieron constatar un número indeterminado de fenómenos transitorios lunares (TLPs de su sigla en inglés). Hay autores que hablan de cientos de observaciones.
*(7) Un hecho que resultó notable y curioso es que al finalizar el siglo XVII, en la conocida carta del astrónomo Cassini, el cráter Linneo no aparece.
*(8) Visible antes en todas las condiciones de iluminación, en la mitad del siglo XIX desparece completamente
*(9) Dr. en Ciencias Fisicomatemáticas soviético.
*10 Científicos del observatorio de Pic du Midi (Francia), en noviembre del año 1963, registraron dos ejemplos de acentuación de luminiscencia roja cerca de un cráter nombrado Kapler. Al unísono se pudieron observar sendas fulguraciones solares. Y el intervalo entre ambos eventos fue de la misma duración. Se tuvo en cuenta entonces la probabilidad real de que todo fuera provocado por los flujos corpusculares del Sol.

Bibliografía consultada:
 - Archivo (Autor).
- Alien Bases and lunar anomalies on the moon.htm
- Biblioteca ENCARTA 2002
- Enciclopedia de las Maravillas. Autor: Vladimir Mézentsev Editorial MIR 1981 (Ex URSS). Páginas 120 y 121. (Ex URSS)
- La Vida en el Universo. Autores: A. Oparin y V. Fesenkov. Capítulo V “Condiciones físicas y posibilidades de vida en la Luna”. Editorial Lautaro. 1959. Buenos Aires, Argentina.
¿Vulcanismo o Luminiscencia? Por: Oleg Korottsev (astrónomo)
Periódico Granma 18 de Diciembre de 1965.
Sección (artículos y comentarios), pág 2. Cuba.

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