Por José Antonio
Caravaca
Existen
episodios dentro de la casuística OVNI abrumadoramente desconcertantes que
apenas dejan resquicios para el razonamiento lógico. Hablamos de encuentros
cercanos donde el testigo es capaz de reconocer diferentes elementos “familiares”
en la supuesta nave extraterrestre y sus ocupantes (escalerillas, uniformes,
gorras, letras, números, antenas, etc.) que apuntarían hacia una supuesta “tecnología
alienígena” mimética a la humana. Como si los tripulantes de los No
Identificados realizaran una “pantomima” de cara a los desprevenidos
observadores presentando, ante sus ojos, elementos perfectamente reconocibles y
asimilables para la psique del testigo y que podría encontrar en cualquier otra
maquinaria terrenal. Aunque en un principio la hipótesis de aeronaves secretas de
origen militar pudiera explicar muchos de estos avistamientos, y de ahí la
presencia de estos factores mundanos y ordinarios incrustados en unos supuestos
vehículos procedentes de los confines del espacio, en otros sucesos la
extrañeza global del encuentro eleva a su máxima potencia las interrogantes que
se ciernen sobre el mismo. Nuestro admirado John Keel decía con gran acierto en
su libro OVNI: Operación Caballo de Troya: “el divertido misterio de los
platillos voladores lentamente se transforma en una complicada serie de
coincidencias y paradojas al adentrarnos en los datos, sin quitar nada, y
considerando todo tan objetivamente como sea posible”.
Un claro ejemplo de lo que intentamos exponer
lo hallamos en un espectacular e inquietante caso ocurrido en la década de los
sesenta en los Estados Unidos y que incluso elevó una investigación oficial del
gobierno. La descripción pormenorizada que realiza el principal implicado no
deja dudas de la complejidad del fenómeno OVNI, evidenciando que “lo cotidiano”
y “lo extraordinario” van de la mano para anular nuestra capacidad de análisis
y comprensión. Si no, no podría concebirse que un solo incidente reuniera tal
cúmulo de detalles absurdos y paradójicos que solo sirven para restar
credibilidad al relato del testigo. Por un lado, su testimonio parece obedecer
al fugaz encuentro con un prototipo militar, pero, sin embargo, si analizamos
el conjunto con tranquilidad, nos percataremos que el índice de extrañeza del
mismo deja la puerta abierta a todo tipo de especulaciones.
Esta es la
historia.
LA BALLENA METALICA QUE SE TRAGÓ AL UFONAUTA
El Sr. William
"Eddie" Laxton, un ingeniero electrónico de 56 años de Temple, Oklahoma
(USA) fue protagonista de un singular encuentro con lo desconocido en la
carretera. Todo comenzó sobre las 5:30 horas de la madrugada del 23 de marzo de
1966, en un tramo de la autopista 70, entre Oklahoma y Texas, cuando el Sr.
Laxton conducía rutinariamente en dirección a su trabajo como profesor en la Base Sheppard de la Fuerza Aérea (Wichita
Falls, Texas). En esos momentos el testigo se sorprende al ver una gran
luminosidad sobre el asfalto.
Antes de que
pueda aventurar de que se trata, frente su vehículo se presenta una extraña
maquina alargada, atravesada en el camino en un ángulo de 45 grados que le
impide el paso. El raro artefacto parecía estar compuesto de aluminio y podía
tener unos 22 metros
de largo por 2´5 metros de alto y 3´5 metros de ancho, poseía en su costado una
ventanilla en forma de ojo de buey y se apoyaba en 4 patas. En su parte
superior se distinguía una antena de unos dos metros doblada hacia atrás. Lo más
curioso de la aeronave es que tenía forma de pez, dividido en 4 secciones
iguales. El testigo detuvo su furgoneta a unos 90 metros de su posición
y se aproximó a pie hasta unos 50 metros del objeto, la extrema luminosidad
del fenómeno le permitió ver toda la escena con diáfana claridad. "Había
cuatro luces muy brillantes en ambos lados (...) brillo suficiente para que un
hombre pueda leer un periódico a una milla de distancia." confirmaría el
Sr. Laxton posteriormente al periodista Paul Harvey y al ufólogo Hayden Hewes.
Aquella cosa parecía estar iluminada por dentro y "tenía una burbuja de
plástico en la parte delantera, de un metro de diámetro, y se podía ver la luz
a través de él”. El testigo comentó que era similar a la carlinga de un avión
B-26. En su parte posterior tenía una estructura horizontal de unos 76 cm de largo como una
“especie de estabilizador de cola”.
En el lateral de
la aeronave había unos números y letras pintados en negro de forma vertical y
una “ventana oscura circular”. Laxton creyó que se trataba de las iniciales TL
y los numero 47 (o 41) y 68. En la parte inferior del objeto distinguió una compuerta
de unos 120 cm
de alto y 60 cm
de ancho. La escotilla estaba abierta y salía una luz blanca de su interior.
Pero las sorpresas iban en aumento. Bajo el artefacto el testigo también
distinguió una silueta de una persona que parecía estar atareada en funciones
de reparación de la pintoresca aeronave y se ayudaba de “algo” parecido a una
linterna. El humanoide se percató de la presencia de Laxton y subió al interior
del objeto a través de una escalerilla corta que había bajo la compuerta.
Preguntado por los ufólogos sobre el aspecto del supuesto piloto del OVNI, el ingeniero afirmó que tenía una altura de 1́5 metros y unos 80 kilos de peso, lo que le otorgaba cierta robustez. Incluso con una memoria prodigiosa, que según sus conocidos era asombrosa, el electricista se aventuraba a decir que el individuo podía tener una edad estimada entre 30 o 35 años. “Vestía un traje de dos piezas de color verde como un uniforme militar, con una gorra. Creo que tenía tres franjas por encima y tres por debajo de su manga (como los galones de un sargento mayor). Las bandas estaban en un arco y por debajo de las rayas se encuentran en una V de forma mas amplia ".
Cuando la puerta se cerró, el sonido que produjo fue como el "metal golpeando metal", instantes después Laxton escuchó un ruido parecido a un taladro funcionando a gran velocidad, en ese momento la enorme “ballena” metálica se elevó del suelo a unos 15´5 metros de alto y desapareció a gran velocidad, a unos setecientos kilómetros por hora, hacia el Río Rojo. Cuando la máquina despegó, informó Laxton, sintió una electricidad estática en el aíre, "el pelo en la parte posterior del cuello y mis manos se erizaron.". Tras la partida del extraño “pez” metálico, con el tripulante en su vientre, el testigo condujo durante algo más de kilómetro y medio hasta que se encontró con un camión cisterna estacionado al lado de la carretera. Su conductor, Anderson CW de Snyder, Oklahoma, le aseguró haber visto a través del espejo retrovisor una luz en dirección al citado río. Curiosamente mientras duró la experiencia ningún vehículo transitó por la carretera, teniendo en cuenta que el tamaño de la aeronave impedía la circulación por aquel tramo y cualquier coche que hubiera circulado por la zona tendría que haberse detenido obligatoriamente.
Preguntado por los ufólogos sobre el aspecto del supuesto piloto del OVNI, el ingeniero afirmó que tenía una altura de 1́5 metros y unos 80 kilos de peso, lo que le otorgaba cierta robustez. Incluso con una memoria prodigiosa, que según sus conocidos era asombrosa, el electricista se aventuraba a decir que el individuo podía tener una edad estimada entre 30 o 35 años. “Vestía un traje de dos piezas de color verde como un uniforme militar, con una gorra. Creo que tenía tres franjas por encima y tres por debajo de su manga (como los galones de un sargento mayor). Las bandas estaban en un arco y por debajo de las rayas se encuentran en una V de forma mas amplia ".
Cuando la puerta se cerró, el sonido que produjo fue como el "metal golpeando metal", instantes después Laxton escuchó un ruido parecido a un taladro funcionando a gran velocidad, en ese momento la enorme “ballena” metálica se elevó del suelo a unos 15´5 metros de alto y desapareció a gran velocidad, a unos setecientos kilómetros por hora, hacia el Río Rojo. Cuando la máquina despegó, informó Laxton, sintió una electricidad estática en el aíre, "el pelo en la parte posterior del cuello y mis manos se erizaron.". Tras la partida del extraño “pez” metálico, con el tripulante en su vientre, el testigo condujo durante algo más de kilómetro y medio hasta que se encontró con un camión cisterna estacionado al lado de la carretera. Su conductor, Anderson CW de Snyder, Oklahoma, le aseguró haber visto a través del espejo retrovisor una luz en dirección al citado río. Curiosamente mientras duró la experiencia ningún vehículo transitó por la carretera, teniendo en cuenta que el tamaño de la aeronave impedía la circulación por aquel tramo y cualquier coche que hubiera circulado por la zona tendría que haberse detenido obligatoriamente.
LA USAF SE INTERESA
Días después
tras conocerse su experiencia a través del periódico local, fue entrevistado
por científicos de la Universidad Northwestern, del Instituto de Física
Atmosférica y de la propia Fuerza Aérea de los EE.UU.
"Fui entrevistado por 25 o 30 personas (...) hubo generales, mayores, capitanes, sargentos, secretarios y taquígrafos. Me hicieron hacer dibujos del objeto y decir todo lo que sabía acerca de él. Todo era unilateral. Preguntaban y yo contestaba”. El electricista confesó a los investigadores que los mandos de la USAF estaban muy molestos de que hubiera acudido a la prensa antes que a ellos para hablar del incidente.
"Fui entrevistado por 25 o 30 personas (...) hubo generales, mayores, capitanes, sargentos, secretarios y taquígrafos. Me hicieron hacer dibujos del objeto y decir todo lo que sabía acerca de él. Todo era unilateral. Preguntaban y yo contestaba”. El electricista confesó a los investigadores que los mandos de la USAF estaban muy molestos de que hubiera acudido a la prensa antes que a ellos para hablar del incidente.
Tras presentar
un completo informe en la propia base donde trabajaba dando clases, un coronel
acompañado de varios oficiales le pidió que los condujera al lugar exacto del
avistamiento. “Estuvimos allí unos 30 o 35 minutos. Respondí a más preguntas
mientras que varios hombres registraron la zona. Me dio la impresión de que
sabían lo que estaban haciendo". "Anotaremos que usted vio un
helicóptero" le dijo tajantemente uno de los oficiales. Aunque
posteriormente la USAF
comunicó que: "se estableció contacto con diversas organizaciones en
torno a la zona de Temple para identificar una posible experimentación o posibles
aviones convencionales. Todos los intentos en ese sentido resultaron
infructuosos ya que no había ningún avión en la zona en el momento del
avistamiento. Aunque hay numerosos helicópteros y otros aviones experimentales
en la zona, no los había en la fecha del 23 de marzo de 1966". Y para
mayor curiosidad, en el listado oficial elaborado por el Libro Azul (Comisión
Gubernamental para el estudio de los OVNIs) el caso está registrado oficialmente
como: DESCONOCIDO.
Leemos un
resumen del mismo redactado por oficiales de la USAF que solo difería en algunas medidas de lo
narrado a los reporteros e investigadores civiles:
“23 de marzo de 1966. Temple, Oklahoma. 5:05 mañana. El instructor....... Eddie Laxson de la Sheppard AFB, cuando
conducía W en los E.E.U.U. Autopista 70,
se encontró el camino bloqueado por un avión en forma de pez aterrizado en el
camino, cerca de 23 metros
de largo, casi 2́5 metros de alto, 3́5 metros de ancho, con una burbuja del plexiglás en su parte superior,
con luces brillantes adelante y en popa. Laxton paró su coche a unos 91 metros del artefacto.
Caminó hacia el objeto hasta unos 15´5 metros de distancia, observando unas
letras a su lado TLA138 o TLA738 [o ?TL 4768 "]. Él vio a un ¿hombre? con
un sombrero de béisbol, que subía al objeto por una escala, después
inmediatamente el objeto emitió un sonido parecido a un silbido o a un taladro
y se dirigió al SE aproximadamente a 700 mph. (1.100 km por hora) Ningún
rastro del aterrizaje. Laxson encontró otro testigo C. W. Anderson a una milla.
Es probable que William Laxton se aproximara al artefacto hasta una
distancia próxima a los 15
metros señalados por los encuestadores oficiales, de lo
contrario es difícil de concebir que el testigo a 50 metros, tal y como
señalan los diferentes ufólogos que han escrito sobre el incidente, pudiera
distinguir tantos y tan claros detalles de la aeronave y su tripulante, del que
llegó a ver incluso las bandas que tenía en el “traje” a modo de “galones”.
También es reseñable como el objeto tras elevarse partió a una gran velocidad
estimada en más de 1.000
kilómetros por hora. Dicho detalle es sustancial ya que
dicha celeridad en su alejamiento, descartaría que se tratara de un prototipo
de gran helicóptero de transporte en fase de experimentación o que se tratara
de algún tipo de dirigible.
CASOS
SIMILARES
Un año antes se
produjo un caso muy similar. Ocurrió en la ciudad de Poast (Ohio) el 4 de
octubre de 1965, cuando sobre las 18:45 horas, la Señora Helen Tucker y
3 muchachas iban en su vehículo por los alrededores de la ciudad y observaron
un objeto brillante en el cielo de color rojo y blanco intermitente, que
desprendía unas chispas de color apagado. Desde el automóvil la Sra. Tucker vio como
el OVNI aterrizaba más allá de Carmody Blvd en la depresión del río.
Posteriormente el extraño OVNI despegó verticalmente en dirección al aeropuerto
y su aspecto luminoso recordó a la testigo “al de un árbol de navidad”.
La descripción
mas detallada de la aeronave se produce en esos momentos donde se presenta ante
los testigos como un objeto de color rojo “como el hierro fundido”, con alas iluminadas
que sobresalen del fuselaje y una bóveda a modo carlinga trasparente en su
parte superior. “Funcionaba como un helicóptero sin embargo poseía gran
velocidad” apuntó la testigo. El Sargento David Moody de la Base de Wright Patterson no
logró identificar la aeronave observada por las mujeres, aunque descubrió otro
testimonio del mismo día protagonizado por un piloto. La jefatura de policía
confirmó la existencia de otras personas que habían denunciado la presencia de
una extraña luz en el cielo. Preguntado por la prensa local sobre las pesquisas
oficiales sobre OVNIs en el país, el militar indicó que en el año de 1965 la USAF había recopilado 700
informes, de los cuales 15 permanecían inidentificables. Por cierto, los
oficiales del Bluebook que investigaron este particular incidente extraviaron
los informes.
LAS
“NACIONES UNIDAS” DEL ESPACIO
8 años antes del
avistamiento de William Laxton, en noviembre de 1957, se produjo un interesante
caso que guarda algunas similitudes con el reportado por el ingeniero
electrónico. De nuevo, encontramos la descripción de un OVNI luminoso en mitad
de la carretera, y la observación de letras y números en el fuselaje. Nuestro
protagonista, Haskell Raper conducía tranquilamente hacía su casa, durante una
noche lluviosa, cuando frente a él divisó una luz sobre la carretera que pensó
que podría tratarse de un camión cruzado en el camino. De repente de aquella
“cosa” surgió un potente haz de luz que detuvo bruscamente el coche del testigo
a unos 5 metros
de la escena. Entonces Haskell comprobó que aquello no era un camión. Se
trataba de un objeto ovalado de unos 5 metros de largo por 3 metros de ancho de color
verde, como un vehículo militar. Para mayor sorpresa del testigo el artefacto
tenía en el fuselaje inscritas las letras U N seguidas de algunos números que
no pudo recordar. Entusiasmado estaba el bueno de Raper observando la escena
cuando una intensa ola de calor llegó procedente del objeto, y el coche comenzó
a arder con rapidez. Presa del pánico salió despavorido mientras su Ford de 1956
era pasto de las llamas. En esos momentos el OVNI se elevó emitiendo un sonido
parecido al de un motor diesel. Haskell Raper corrió más de 2 kilómetros hasta que
llegó a la ciudad para relatar su traumática experiencia. El único vestigio que
hallaron de la misma fue su coche calcinado en mitad de la carretera.
ESPEJISMOS
DE OTRAS REALIDADES: EL JUEGO DEL ESCONDITE
Pocos sucesos
como el vivido por el Sr. Laxton ponen de manifiesto la extraordinaria
capacidad del fenómeno OVNI para recrear y “poner en escena” una mezcolanza de
símbolos perfectamente identificables y sobre todo asimilables por el testigo
en un contexto anómalo. Desde la indumentaria militar del ocupante del
artefacto, gorra incluida y galones, pasando por las siglas y números divisados
en el lateral de la aeronave, todos elementos familiares para el testigo
acostumbrado al entorno militar. Incluso la labor de inspección de la aeronave
perpetrada por el piloto, enmascara una operación muy humana de “reparación de avería
en carretera linterna en mano”.
Sin duda este
encuentro cercano forma parte de una estudiada pero excesiva teatralidad
edulcorada con suficientes artificios terrenales capaces de hacer creer al
testigo que todo lo que se presenta ante sus ojos es un desembarco “extraterrestre”
pero medido con parámetros que son descodificados sin dificultad y otorgan cierta
seguridad al desprevenido observador. Keel en su citada obra confirmaba este
hecho; “estos objetos escogen con mayor frecuencia, aparecer en formas que
pueden ser fácilmente aceptadas y explicadas a nuestra propia satisfacción”.
No deja de ser
curioso que el amplio conocimiento del testigo sobre enseres y aeronaves
militares se halle representado en su experiencia de una manera tan diáfana,
como si su propia imaginación hubiera contribuido en la elaboración del insólito
encuentro añadiendo estos particulares elementos castrenses. Tampoco debe
olvidarse que la experiencia parece transcurrir en una “porción” de realidad
alejada de la cotidianidad, ya que durante la inspección de Laxton ningún otro
vehículo interrumpió su labor, como si una “burbuja invisible” hubiera
arrancado toda la escena de nuestro espacio y tiempo otorgándole un aire
onírico y propio de manifestaciones místicas. El sobresaliente investigador
Jacques Vallée decía en el libro “Crónicas de Otros Mundos” a este respecto:
“los amantes de los platillos voladores piensan que los ovnis son simplemente máquinas
empleadas por visitantes de otros planetas. Esta creencia es totalmente
ingenua. La explicación es demasiado simplista para dar cuenta de la diversidad
de comportamientos de los ocupantes y de su relación con los seres humanos.
Este concepto tendría como misión la diversión y el enmascaramiento de la naturaleza
real, infinitamente más compleja, de la tecnología que engendra los
avistamientos”. Para concluir de la siguiente forma: “sus manifestaciones no
pueden ser naves espaciales reducidas a tuercas y tornillos. Los ovnis son
manifestaciones físicas imposibles de comprender fuera de su realidad psíquica
y simbólica. No asistimos a una invasión de seres venidos de otra parte. Se
trata de un sistema espiritual que actúa sobre los humanos y utiliza a los
humanos”. El investigador Salvador Freixedo en su clásica e imprescindible
obra: Visionarios, místicos y contactos extraterrestres abunda en el vital
aspecto “psíquico” para comprender ciertas experiencias OVNIs: “en realidad se
puede decir que todo el fenómeno OVNI es distorsionado en gran manera. Y esto
se agrava aun más, cuando nos damos cuenta, y de ello vamos teniendo más
indicios, de que el fenómeno OVNI ya viene intencionadamente distorsionado de
modo que a nuestra mente le sea imposible llegar a las verdaderas causas que lo
producen. Las aventuras y cosas disparatadas que con gran frecuencia cuentan
los que dicen haber estado en contacto con los OVNIs (y que tanto han ayudado a
que mucha gente no crea nada de todo el fenómeno) no son más que un fruto de
esta distorsión a que la mente es sometida”. El Dr. Scott Rogo en su obra “El
Universo Encantado” seguía la línea de Freixedo, Keel y Vallée al indicar que:
“algo es cierto; los OVNIs son el producto o el origen de perturbaciones
psíquicas. Ni puramente físicos ni puramente mentales. Se mueven en una zona
intermedia”.
Michel Carrouges
en su mítico libro “Aparecen los Marcianos” recoge un caso que ilustra a la
perfección la línea de nuestras pesquisas; “El incidente Beuc se produce el 12
de octubre (1954), hacia las 21 horas en el campo. Por lo tanto, debe estar
oscuro. Obrero agrícola, de 48 años, el testigo se encuentra solo. De súbito ve
un “platillo” que se encuentra en el suelo, a 2 metros de él. Tenía la
forma de una 4 CV, y llevaba ruedas. A su orilla hallábase un piloto de 1.50 m., que está tocado de
una gorra y una casaca de cuero. Interpelado por el testigo, el piloto no
responde y salta a bordo; su máquina rueda unos 30 metros sobre la
carretera y emprende el vuelo como un avión”. Carrouges no puede ocultar su desconcierto
ante tal inescrutable episodio de encuentro cercano con un platillo volador con
ruedas: “la descripción es tan barroca que deberíamos dejar a un lado este
incidente, pero como veremos más adelante, figura en una de las líneas
ortoténias de Aimé Michel. Debe, entonces, ser objetivo; pero su contenido es
oscuro e inutilizable”.
Este tipo de
sucesos nos llevan a plantear la tesis de que por algún tipo de mecanismo o
capacidades desconocidas, las “entidades” que controlan el fenómeno de los No
identificados, son capaces de “sintonizar” con nuestra mente, cuando nos
hallamos próximos a establecer un contacto, y extraer de ella cualquier tipo de
información para conformar la escenificación que se va a producir, incluyendo
el aspecto externo del OVNI (alas, rueda, ventanas, símbolos, etc.), sus
tripulantes (altura, vestimenta, etc.) e
incluso el comportamiento de los mismos (observador, recolector, agresivo, etc.).
Por tanto existirían
tantos episodios desconcertantes, tan distintos unos de otros, como tan
diferentes son unos testigos de otros. Al estar en estrecho vínculo con nuestra
psique estas "entidades" hacen y deshacen la experiencia a nuestro
gusto, enriqueciéndola con nuestra cultura, folclore, creencias y personalidad,
distorsionando así su verdadera realidad y alejándonos de poder hallar una
respuesta certeza a su existencia y propósitos.
Ya que canalizamos
e interpretamos parte de los encuentros cercanos través de nuestros
particulares filtros mentales. Nos convierten por arte de magia en co-creadores
e intérpretes de las experiencias anómalas que estamos percibiendo.
Un autentico
“teatro” cósmico del que escribimos parte de la obra sin ser conscientes de
ello. Un artificio cuya finalidad es perpetrar el engaño, la falacia y la burla
para fines y objetivos que no podemos aventurar. John Keel escribió en su
citado libro: “Los verdaderos problemas que se ocultan tras el fenómeno de los
OVNI son tan complejos y tan sorprendentes que al principio parecen
incomprensibles. En gran parte, las creencias y las especulaciones populares se
basan en informes prejuiciados, e interpretaciones erróneas y en la incapacidad
de ver más allá de los límites de cualquier marco de referencia que se esté
empleando”.
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