Los precursores de esta de esta idea son Philip Creighton y Gordon W. Allen. Para ellos los ovnis serían literalmente creaciones de la mente, ideo-formas. La realidad objetiva es plástica -dicen- capaz de ajustarse en cierto grado a nuestros deseos y expectativas. No es de extrañar, por tanto, que los ovnis sean formas mentales fenoménicas controladas por el pensamiento del hombre, al ser su cerebro un receptor capaz de trabajar en diferentes niveles intelectuales. No hay que olvidar que esto lo capacita para sintonizar con la «fuente universal de energía mental».
La teoría que los ovnis podrían ser producto de la mente también ha sido postulada por J. G. Adams, Alain Gadmer y Jacques Vallée. Según estos investigadores no tienen corporeidad y carecen de estructura material. Simplemente son la proyección de una imagen, desde una fuente externa, que es captada por los sentidos del observador. Podría tratarse de proyecciones similares a las holográficas, por medio de una avanzada tecnología desconocida en la Tierra. Lo que el testigo puede observar no es sino una especial configuración de energía concentrada y teledirigida, que se hace visible en sus proximidades. Es «víctima» de un sistema de transmisión de imágenes a distancia, como si frente a él funcionase un aparato de televisión.
John P. Bessor y Robert N. Webster afirman que los ovnis no serían realmente metálicos sino que estarían compuestos de ectoplasma. Esta es una misteriosa sustancia, de extraordinaria sutilidad, que emana de algún componente fisiológico del psiquismo humano. Se trata de estructuras atómicas mal conocidas por la ciencia, al estilo de los «aportes» y otras corporeizaciones espontáneas, tantas veces registradas y hasta fotografiadas en sesiones de espiritismo. Los espiritistas aseguran que se originan a partir de la «submateria» ectoplásmica del médium.
Fuente: Ignacio Darnaude
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