martes, 31 de enero de 2023

NO ESTAMOS SOLOS


Semejante hipótesis debe de fundamentarse naturalmente en una premisa ineludible: que haya efectivamente vida inteligente en el universo, más allá de los límites de nuestro planeta Tierra. Y que estos supuestos seres inteligentes sean capaces de llegar hasta aquí. ¿Es esto posible?



El 11 de septiembre de 1952, Marshall Chadwell, a la sazón director adjunto del departamento de Inteligencia Científica, le escribe en comunicado interior al director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA):


«El problema OVNI excede el nivel de las responsabilidades individuales del departamento de Inteligencia Científica de la CIA, y es de tal importancia que merece la competencia y la acción del Consejo de Seguridad Nacional».


El 2 de diciembre de aquel mismo año, le vuelve a comunicar a su director que:


«Algo está ocurriendo y debe tener nuestra atención inmediata. Los avistamientos de objetos inexplicados a grandes alturas viajando a altas velocidades en las cercanías de importantes instalaciones defensivas americanas son de tal naturaleza que no pueden ser atribuibles a fenómenos naturales o a vehículos aéreos de tipo conocido».



La presencia de objetos volantes no identificados y la presencia de seres inteligentes no pertenecientes a nuestra comunidad humana terrestre, se manifiesta como una constante en el curso de nuestra evolución, desde la antigüedad hasta nuestros días. Si bien la ciencia académica se niega a aceptarla como un hecho. Argumenta para ello que el viaje interplanetario preciso para que seres de otra civilización cósmica visitaran efectivamente nuestro planeta es de todo punto imposible.


Pero tal y como afirma el premio Nobel de química Ilya Prigogine, las teorías acaban siempre por ser rebatidas: su verdad es parcial, provisional. No debemos adaptar los hechos a nuestra inteligencia, sino que debemos aspirar a elevar esta inteligencia a un grado en el que pueda entender y asimilar los hechos, aunque en estos momentos aún se le antojen absurdos. También era un absurdo para los hombres del siglo XVIII el hecho o la simple idea de que el hombre viajara algún día hasta la Luna y pegara torpes saltos sobre su superficie, y, sin embargo, ésta es una experiencia superada hoy en día y aceptada por todos: por los hechos consumados, en definitiva. A lo que debemos aspirar es a lograr comprender algún día la realidad subyacente y el sentido de los fenómenos inexplicados que se han venido produciendo a lo largo de la historia humana y que actualmente se siguen produciendo y prodigando.



Fuente: El muñeco humano y otros artículos- Andreas Faber Kaiser

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