El incidente tuvo lugar el miércoles 7 de enero de 1970, a las 4.45 de la tarde, hora local, en un bosque de las afueras de Imjarvi, poblado situado 16 km al nornordeste de la ciudad de Heinola, en la Finlandia meridional. A su vez, Heinola se encuentra a 130 km al nordeste de Helsinki. Los dos testigos, el guardabosques Aarno Heinonen, de treinta y seis años, y Esko Viljo, labrador, de treinta y ocho, según queda dicho, habían salido a esquiar. Ambos eran esquiadores de fondo, habiendo tomado parte en muchas carreras; también practicaban el atletismo, participando en competiciones locales. Los dos son abstemios y no fuman.
Ambos descendían por la ladera de una pequeña colina, cuando se detuvieron en un calvero para hacer una breve pausa. El Sol iba a la puesta y empezaban a verse algunas estrellas. Hacía mucho frío: 17 grados bajo cero, y no soplaba un hálito de viento.
Llevaban unos cinco minutos de pie en el calvero, cuando oyeron un zumbido. Distinguieron entonces una luz que se movía por el cielo. La luz se aproximaba a ellos desde el norte, describiendo una amplia curva, lo que dio por resultado que se acercase entonces desde el sur. Al mismo tiempo descendió, mientras el zumbido, débil al principio, se hacía más fuerte: La luz era muy intensa cuando se detuvo. Ambos vieron entonces que una nube luminosa giraba a su alrededor. Era cómo una niebla, entre gris y rojiza, que pulsaba con una luminosidad, fantasmal. Al mismo tiempo, de la parte superior de la nube salían vaharadas de humo Los dos hombres permanecían inmóviles, mirando hacia lo alto y sin pronunciar palabra.
La nube descendió hasta unos 15 metros de altura, y fue entonces cuando; en su interior, pudieron ver un objeto redondo, plano por abajo y de aspecto metálico. Les pareció que medía unos tres metros de diámetro. En su parte inferior se observaban tres hemisferios y, en el centro, un tubo de unos 25 cm de diámetro, que salía unos 20 centímetros.
El objeto permaneció suspendido en el aire unos momentos, mientras seguía oyéndose el zumbido. Éste fue aumentando de -intensidad, paulatinamente, mientras el objeto descendía con lentitud. Simultáneamente, la niebla gris rojiza comenzó a esfumarse. El objeto detuvo su descenso cuando se encontraba a tres o cuatro metros del suelo; al mismo tiempo cesó el zumbido. Heinonen manifestó que lo tenía tan cerca que podría haberlo tocado con su bastón de esquiar.
De pronto, del tubo inferior brotó un brillante rayo de luz que describió un par de círculos antes de detenerse, creando un círculo, brillantemente iluminado, sobre la nieve. Éste medía cosa de un metro de diámetro y estaba rodeado por un borde negro, de varios cm de ancho. Los dos hombres seguían muy quietos, mientras una niebla rojo grisácea empezó a descender sobre el lugar.
Cedamos la palabra a Heinonen: "De pronto sentí como si alguien me hubiese agarrado por la cintura y tirase de mí hacia atrás. Creo que di un paso hacia atrás y en aquel mismo instante vi al ser. Estaba de pie, dentro del rayo de luz, con una caja negra en las manos. Por una abertura redonda de la caja surgía una luz amarillenta y pulsante. El ser medía unos 90 cm de alto; sus brazos y piernas eran muy delgados. Su rostro era pálido, cerúleo. No reparé en sus ojos, pero sí en la nariz, que era muy extraña. Más que una nariz parecía un pico ganchudo. Las orejas eran muy pequeñas y se estrechaban hacia la parte superior. Aquel ser llevaba una especie de mono de un material verde claro. Calzaba unas botas de un color verde más oscuro, que le llegaban hasta más arriba de las rodillas. Vi también que llevaba unos guanteletes blancos que le subían hasta los codos, y los dedos con que sostenía la caja negra parecían unas garras curvas.»
Veamos cómo Esko Viljo, por su parte, describe a esta extraña criatura: «Yo también lo vi. -El ser estaba en el centro de la luz brillante y despedía una luminosidad fosforescente, pero su cara era muy pálida. Tenía los hombros muy delgados y caídos, con unos brazos finos como los de un niño. No pensé en sus ropas) sólo observé que tenían una coloración verdosa. Sobre la cabeza llevaba un casco cónico que brillaba como si fuese de metal. El ser medía menos de un metro y era muy delgado.»
Mientras los dos esquiadores permanecían de pie, contemplando al humanoide, éste se volvió ligeramente y, con la abertura de la caja, apuntó hacia Heinonen. La luz pulsante era muy brillante, casi cegadora. Mientras el pequeño ser permanecía en el interior del rayo luminoso, una espesa niebla, entre gris y rojiza, descendió del ovni, y del círculo luminoso trazado sobre la nieve brotaron enormes chispas. Las chispas eran muy grandes, pues medían casi 10 cm de longitud. Su coloración era roja, verde y lila. Surgieron flotando en amplias curvas; para alcanzar a los dos hombres, pero éstos no notaron nada. La niebla se fue espesando cada vez más, hasta el punto que Heinonen y Viljo no podían verse. Por último, incluso el ser del rayo de luz dejó de ser visible. Para entonces, calculan que lo estuvieron viendo durante unos 15 o 20 segundos.
«Súbitamente —sigue relatando Esko Viljo—, el círculo sobre la nieve se fue encogiendo y el rayo luminoso ascendió, flotando como una llama temblorosa, hasta desaparecer en el interior del tubo que el objeto tenía en su parte inferior. Entonces pareció como si algo “apartase” la niebla, y sobre nuestras cabezas vimos el cielo estrellado y vacío.»
Ambos continuaron-allí, sin moverse, quizá durante tres minutos más. «No teníamos miedo —dijo Heinonen— y permanecimos allí, sin hablar y sin hacer nada.» Pero unos dos minutos después de haberse disipado la niebla, Aarno Heinonen notó que su costado derecho estaba insensible, y cuando trató de dar un paso adelante con sus esquís, cayó al suelo.
«Había tenido el lado derecho de mi cuerpo —dijo— vuelto hacia la luz: me dolía la pierna derecha y la tenía completamente insensible desde el pie hacia arriba. No conseguí levantarme por mí mismo, aunque lo intenté varias veces.»
Tuvo que dejar sus esquís en el lugar; Viljo le ayudó a levantarse y a recorrer los 2 km que los separaban del poblado. Invirtieron aproximadamente una hora en recorrer esta distancia Cuando finalmente llegaron a casa de los padres de Heinonen, éste no se encontraba nada bien. Le dolía la espalda y tenía las extremidades entumecidas y doloridas. Por si fuese poco, sufría una fuerte jaqueca y no tardó en sentir vómitos. Cuando más tarde fue al lavabo, observó que tenía la orina negra como café. (Este síntoma se mantuvo durante cosa de un mes.) También le costaba respirar.
A las ocho de aquella misma tarde fue a ver al doctor Pauli Kajanoja, de Heinola. El médico le tomó la presión arterial y la encontró mucho más baja de lo normal, lo cual era indicio de shock. Recetó a Heinonen un somnífero. El día 8 de enero volvió a visitar al mismo facultativo, quien esta vez le prescribió un sedante. Los síntomas no remitían, le dolían brazos y piernas y a veces sentía vértigos. Tenía frío, pero no mostraba temperatura elevada.
El 14 de enero fue por tercera vez al médico; éste le administró un medicamento destinado a regular la circulación. Pero su cuadro clínico continuaba y le impedía trabajar. A mediados de mayo escribió a Fredrikson lo siguiente: «Aún sigo enfermo. Tengo jaqueca y dolores en la nuca, así como en el estómago y la espalda. Me siento la mano derecha pesadísima. No puedo trabajar. Mi estado apenas ha experimentado mejoría desde el invierno. Los médicos de Heinola ya no saben qué recetarme. ¿Es tan pobre el Gobierno que no puede ayudarnos? He tratado de obtener algún subsidio de las autoridades, pero no he conseguido nada. Creo que tendrían que pagarme, pues yo no sé porque estoy enfermo. Estuve en el sitio donde vimos el objeto y después mi estado ha empeorado.»
Heinonen sufría también una amnesia parcial. Tardó algún tiempo en recordar plenamente el incidente. A principios de junio aún seguía muy débil. Apenas probó bocado desde enero. Antes del 7 de enero se hallaba en -una espléndida forma física, pero después del incidente el menor trabajo le dejaba exhausto.
En cuanto a su compañero Esko Viljo, éste no notó nada anormal inmediatamente después del encuentro, pero una hora después se le puso la cara hinchada y rojiza, y su andar se hizo titubeante. El doctor Kajanoja le recetó dos píldoras somníferas. A la mañana siguiente, a Viljó le costaba mantener el equilibrio y notaba como una falta de peso, especialmente en las piernas. Las manos y el pecho también se le enrojecieron. El 9 de enero de 1970, el médico le prescribió un sedante. Durante un par de días tuvo dolor de cabeza.
El 12 de enero visitó un oftalmólogo de Lahtis, porque le dolían los ojos, que tenía hinchados y enrojecidos. El facultativo le recetó un colirio. Dos días después, un médico de Heinola le aconsejó que tomase un producto para la circulación. El 17 volvió al mismo médico, quien lo encontró normal. Pero en la sauna, su cuerpo adquirió una rojez desacostumbrada.
En una carta que escribió a Fredrikson, a mediados de mayo, comenta: «Algunas personas que visitaron el lugar de los hechos, se sintieron mal un par de días después. ¿Podría esto ser algún tipo de infección?»
El doctor Kajanoja, tras un detenido reconocimiento de ambos, declaró: «Creo que estos dos hombres han experimentado un tremendo shock. La cara de Esko Viljo, estaba muy colorada y presentaba cierta tumefacción. Ambos parecían como ausentes, distraídos. Hablaban muy aprisa y de modo incoherente. No encontré nada anormal, clínicamente, en Heinonen. No se sentía bien, pero podía ser una reacción de su estómago ante la impresión sufrida. Los síntomas que me describió son iguales a los que presentan las personas sometidas a una dosis de radiactividad. Por desgracia, yo no disponía de instrumental para medirla. En cuanto a la orina negra, me parece algo inexplicable. Posiblemente debía de contener una elevada proporción de sangre, pero una situación así no puede prolongarse durante meses. (Solamente le duró un mes.) En consecuencia, no puedo prescribir ninguna medicación determinada.» Sin embargo, en las muestras de tierra analizadas no había radiactividad.
Cuando Bo Ahlqvist, reportero enviado por la revista sueca Fib-Aktuellt, visitó el lugar de la aparición, con un fotógrafo, a comienzos de junio y en compañía de Viljo y Heinonen, ocurrió el siguiente fenómeno: al cabo de un rato de permanecer en el sitio, las manos de Viljo, Heinonen y un intérprete que los acompañaba, enrojecieron. Heinonen se vio obligado a abandonar el lugar a causa de un repentino dolor de cabeza.
Hechos corroborativos
En primer lugar, señalemos que tanto Viljo como Heinonen gozaban de una excelente reputación en la comunidad, donde se los consideraba personas serias e incapaces de urdir una historia tan extraña. Por otra parte, varias personas vieron una luz inexplicable en el cielo, el día 7 de enero, coincidiendo con el supuesto encuentro de los dos esquiadores, y no sólo desde Imjárvi, sino también desde Paaso, localidad situada a 10 km al norte de Imjárvi. Pero hay más: un año antes, un muchacho de dieciséis años, llamado Matti Kontulainen, había visto una luz extraña, en un lugar a sólo cien metros del calvero donde Viljo y Heinonen vieron el ovni.
Diez años después
En setiembre de 1980, la FSR publicó lo que pudiéramos llamar un posz-scriptum al caso de Imjarvi. Su autor era Anders Liljegren, director de la publicación ufológica sueca AFUs Uyhetsblad, de Sodertalje. En realidad, el artículo de la FSR era la traducción al inglés del publicado por Liljegren en el número 18 (enero-marzo de 1980) de la publicación citada. A su vez, el artículo sueco se basaba en una serie de artículos aparecidos en la revista finesa Ufoaika, en 1972 y 1973, por una parte, y por otra en la correspondencia sostenida -entre Aarno Heinonen y un investigador colega de Liljegren, llamado, curiosamente, Jorma Heinonen. Según aclara Liljegren, esta coincidencia de apellidos es puramente casual. Asimismo, Liljegren mantuvo estrecha relación con Sven-OIof Fredrikson, de Góteborg (Gotenburgo) y con el periodista Bo-Ahlqvist, que se mantenía asiduamente en contacto con los testigos.
La información recogida a través de estas diversas fuentes por Liljegren es desconcertante y nos ofrece un cuadro muy complejo. En efecto: además de un encuentro con un humanoide y su nave, seguida de efectos fisiológicos, la cosa se complica y tenemos un contacto de tipo mesiánico de Heinonen, e incluso una posible abducción del mismo. Aparecen en escena más humanoides —uno de ellos femenino y que recuerda extrañamente a la «Señora» de Fátima—; por todo ello, este caso adquiere unas dimensiones mayores y se coloca a caballo de un simple C III, un contacto mesiánico y una abducción. Por desgracia, estas noticias, que se remontan a 1973, es lo último que sabemos sobre el caso y sus extrañas secuelas. Después de esa fecha, Heinonen y Viljo parecen esfumarse. Liljegren afirma que ha rebuscado en vano en la literatura ufológica mundial, pero no ha hallado más información sobre el caso Imjarvi con posterioridad a 1973.
Fuente: “Encuentros con Humanoides”- Antonio Ribera
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